MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

"EL PUENTE DEL RUSO"

En primer plano, el río Aragón pasando por debajo del Puente del Ruso, del que  todavía se aprecia, a la derecha,  un estribo. (Fotografia 2015)

No era de la tierra de los Zares de Rusia, pero eso no fue obstáculo para que  a ese "royo" de las montañas pirenaicas, Domingo Betés, se le otorgara con justicia el sobrenombre de "el Ruso" con el que fue ampliamente conocido. Efectivamente, cercano al  puente, situado en la carretera N-330, pasado Rioseta en dirección a Francia, "en la casilla de peones camineros vivía el que la gente de país llamaba el Ruso porque la habitó muchos años un caminero alto, rubio y barbudo como un moscovita". (La Unión, 21 noviembre de 1918).
 Ese puente, en el que más de una vez, allá por el 1978, tuve que dejar el coche aparcado, debido a las largas colas que había para esquiar en Candanchú, y en el que, a propósito, echábamos a suertes quién de los cuatro amigos dejaba el coche para esperar a los que nos disponíamos a llegar a Astún y bajar esquiando los 900 m. de desnivel, desde la punta de la Raca por su cara sur, tras pasar la peligrosa cornisa de salida y descender haciendo un maravilloso slalon natural, entre pinos, flotando sobre la  nieve, era  un ruso de la “redolada”, un peón de caminero y auxiliador de caminantes que, a finales del siglo XIX, libró a más de un viajero  de morir congelado.
 
En primer plano a la izquierda, la casilla de camineros donde vivía Domingo Betés, "El Ruso". Y más abajo el Puente del Ruso. La casilla desde 1876, desmpeñaba parte de la función del desaparecido Hospital del Somport y posteriormente, sirvió durante un tiempo, de refugio de Montañeros de Aragón. Foto de Labouche Frères, Toulouse.

 Así se refería a ese  “Ruso” el Pirineo Aragonés el 10 de febrero de 1889 cundo decía:

“Tenemos la triste noticia de que el jueves pereció helado en el puerto de Canfranc un pobre joven de 23 años, natural de Aragüés, el cual  en compañía de ocho hombres más y el peatón que conducía el correo de Francia, venían hacia España después de haberse detenido cuatro dias en el punto llamado Pello, por no atreverse á luchar con el imponente temporal, y una vez decididos, arrastraron el peligro, aquel desgraciado , después de resistir dia completo de inclemencia é inseguridad de aquel tránsito, fue rezagándose de tal manera, que cuando los compañeros notaron su falta, les fue imposible prestarle auxilio.
 A fin de que sus restos no fueran devorados por las fieras, á la mañana siguiente salieron en su busca el valiente caminero Domingo Betés (Ruso)  y su compañero, y no pudieron hallar el cadáver. Ayer dispuso el alcalde de Canfrán en unión de las demás autoridades y empleados de la Aduana, enviar gente suficiente para ayudar á una pareja de la guardia civil, y por este medio fue encontrado cerca del puente llamado de Santa Cristina”.



Bajada desde la Raca al puente del Ruso. Al fondo Candanchú 


Y una semana después, el 17 de febrero de 1889, el mismo periódico se refería al “Ruso” como

  “Un individuo paisano nuestro, cuyo arrojo e intrepidez oímos celebrar casi diariamente y que con  gusto copiamos las siguientes líneas que publica en “La brújula” el apreciable colega de la capital de la provincia: “Creemos llenar un deber de conciencia, llamando la atención de las autoridades, acerca de los méritos que de ordinario y especialmente durante las nieves que cubren, los puertos de alta montaña o sea en Somport (Canfranc), presta un modesto cuanto honrado caminero llamado DOMINGO BETÉS (a) “El RUSO”, quien con desinterés a toda prueba, ha salvado a multitud de pasageros de encontrar en aquellos parages una muerte segura. Sábenlo las autoridades de Canfranc, los jefes de carabineros, y el cuerpo de Obras Públicas. 
El país vería con gusto se diera una recompensa mediante información a tan modesto funcionario, y esto habría de servir de justo estímulo, a otros tantos servidores del Estado”.



   La casilla, dada su hubicación, servía como un refugio de salvación para aquellos viajeros que al pasar el puerto, pudieran ser sorprendidos por la ventisca, la niebla o las bajas temperaturas. Así le sucedió a

"Pascual Oliver, vecino de Jaca quien en los días pasados las consecuencias de un temporal formidable de nieves, le sobrevino al intentar atravesar el puerto del Somport.
 
 Las temperaturas de hielo en aquellos parajes dominantes y la gran cantidad de nieve que el viento arremolinaba en ventisqueras terribles hicieron por unas horas muy crítiva su situación y gracias a un esfuerzo supremo serenidad inconcebible pudo regresar, sirviendole de orientación los postes telegráficos, hasta la casilla del Ruso donde se le prodigaron toda clase de auxilios, sin los cuales al decir del interesado, hubiera seguramente sucumbido"  (La Unión diciembre 1902). 

 La propia casilla no se libró de ser victima de los rigores de la montaña. En en el invierno de 1916, casi se quedó en ruinas por un alud, dejando al descubierto la morada de otro peón caminero que vivía allí hacía seis años: FELIPE GRACIA EXPÓSITO.

 "hombre joven, achaparrado, fuerte como el roble del Pirineo.

Una mañana del último agosto nos dio de almorzar. Habíamos remontado el Somport, habíamos pisado el trocito de Francia que los guardianes de la frontera nos permitieron, habíamos recreado nuestros ojos contemplando la maravillosa  perspectiva del valle de Urdox. El airecillo montañés nos había abierto el apetito; y al regreso nos detuvimos en “el Ruso”, para echar un bocado. Felipe, que, a medio kilómetro, arreglaba los taludes de la carretera , vino a saludarnos. Mientras consumíamos el jamón y el pan moreno que su esposa nos había servido, Felipe Gracia nos contó muy interesantes particularidades de su vida en aquel destierro. Con sencillez simpática nos relató las muchas veces que en aquellas soledades había tenido ocasión de ejercitar sus sentimientos humanitarios.
La montaña es tan terrible como bella. Terrible en verano, porque sin transición se pasa de la calma atmosférica a la tempestad deshecha. Más terrible en invierno, porque la nieve borra la carretera y los accidentes del camino, y porque el frío helador entumece a los camineros.
 A ocho personas les había salvado la vida  Felipe Gracia Expósito. Unas se extraviaron y entre la nieve las encontró medio heladas el caminero de “el Ruso”. Otras a punto de perecer lograron que sus voces de auxilio llegasen hasta la casilla. Otras en fin, pudieron llegar ateridas y medio muertas hasta el hospitalario refugio, único que se alza en aquel desierto. Ocho vidas llevaba rescatadas el héroe sencillo y oscuro, que nunca vaciló en arriesgar su propia existencia por salvar las de sus semejantes. Y sus nobles acciones seguían sin recompensa adecuada. Sus jefes le habían otorgado pequeños premios en metálico al reconocer algunas de sus más resonantes y generosas hazañas. El Estado también quiso concederle una cruz. Pero como para poder ostentarla tenía que gastarse el haber de dos meses, Felipe Gracia renunció a honor tan alto.
 Esperaba más sustanciosa recompensa. Le habían prometido… Y esperándola le ha sorprendido la muerte. Unos rapaces gordos, sanos y hermosotes que por allí jugaban la mañana que almorzamos en “el Ruso” habrán quedado sin pan , sin albergue y sin esperanza al quedar sin padre. Son los hijos del héroe oscuro que arriesgó ocho veces la propia vida por salvar las de sus semejantes amenazados. ¿No habrá para esas criaturas un poco de caridad?
Las bellas acciones de su padre les da derecho a que no se les olvide, en su orfandad y en su miseria". (publicado en el periódico jaques LA UNIÓN del Jueves 21 noviembre de 1918, del Heraldo de Aragón)



Poco antes de su fallecimiento, en ese mismo año,  en una nota de  El Pirineo Aragonés aparecía quizás una de las últimas actuaccionestambién  de Felipe Gracia, en la que se nos cuenta que :

" Desde la casilla del llamada del Ruso, en lo alto del puerto de Canfranc, nos comunican que unos obreros encontraron la noche del jueves, junto al puente de Santa Cristina, un joven, al parecer también un obrero,tendido en la nieve  y perdido completamente el cono cimiento. Avisado el peón caminero Felipe Gracia, salió este, su mujer y nuestros convecinos los hermanos Prado que accidentalmente pernoctaban en dicha casilla, y entre todos prestaron al infeliz desamparado los necesarios auxilios, librándole de una muerte segura por asfixia"
 
Al parecer, no les faltaba el reconocimiento social a estos esmerados y humides funcionarios pues, 
  
"con el fin de proporcionar algún recurso de subsistencia a las familias de los capataces y camineros de carreteras, en caso de fallecimiento ó inutilidad de dichos sufridos funcionarios, trátese de fundar una institución benéfica entra los entre los mismos, análoga á la Humanitaria del cuerpo de los carabineros, y mediante una cuota de 10 céntimos que los asociados abonarán por cada defunción ó caso de imposibilidad, les resultara un socorro aproximado á mil pesetas".


 Aquel no fue un buen año, 1918, pues incluso la propia casilla 

"quedó derruida por un alud, dandoles la cruz de la Orden de Beneficiencia á cuantos tomaron parte en el salvamento. Entre los que se encontraban el esforzado y joven ingeniero director del túnel internacional Sr. Valatelli, dos camineros y la fuerza de carabineros del punto avanzado"  ( P. Aragonés 14 septiembre de 1918)



Fueron pasando los años y ese manto blanco temido, al que se le relacionaba con el aislamiento del paso fronterizo, fue transformandose junto con la Casilla del Ruso en un aliado del "nuevo turismo".

Prueba de esquí femenina. Casilla del Ruso, 1930. (Montañeros de Aragón)

Efectivamente, en 1934 el Ministerio de Obras Públicas, atendiendo a la solicitud de Montañeros de Aragón, dotó al inmueble de 50 camas para albergar a los alpinistas que ya lo venían utilizando como refugio, y que ya contaba con una gran estufa y multiples agujeros donde montañeros y atrevidos esquiadores jacetanos podían calentar su comida.
 Aquellos primeros esquiadores, se habían organizado para salir en el autobus que el señor Pabarra arrancaba desde la calle Mayor nº 9 todos los domingos y días factibles de excursión
  " por el modico precio de 4 pesetas, fijo, lo mismo si van 12 que 20, todo ello con objeto de evitar la molestia consiguiente a los cambios de precio, todos los días, y en beneficio de los incondicionales del Deporte"  (La Unión 1934)





PUENTE DE HIELO EN BARRANCO DE SAPOS.

"el problema de cruzar el barranco, se solucionaba todos los años mediante la construcción de un puente de bloques de hielo, que en menos de una semana la Cia. de Esquiadores tenía disponible.Más adelante sería construído el puente de obra que existe en la actualidad, con los materiales extraidos del antiguo PUENTE DEL RUSO, ya que pertenecían por derecho a Ingenieros" 
 ( "50 años de historia de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales").











9 comentarios:

  1. Así se conoce la historia de nuestro Pirineo. No es solamente subir y estar en lo más alto. Las historias cotidianas también como la de estas personas, también son nuestra historia

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    1. Muchas gracias, José Luís. Cierto, es justo lo que he pretendido al escribir este pequeño artículo, entre le curiosidad y el lado humano de nuestras bellas cumbres del Pirineo.

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  2. Del puente del Ruso a Santa Cristina estuvimos a punto de congelar nos tres amigos una noche de enero de 1986.
    Con ropa de discoteca. Un disparate.

    Muchas gracias por tan jugosa información. Me gustaba ese puente. Ahora, mucho más.

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    1. Os libraesteis de una buena, en esos años todavía caían grandes nevadas. Saludos cosdiales, Luis.

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  3. Impresionante artículo. Muy emocionante, de veras. Gracias por rescatar esas pequeñas grandes historias de la noche de los tiempos.

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    1. Hola Chema. Es gratificante que el articulo sea de tu agrado. El artículo nace desde mi pasión por la montaña, y en este caso, por aquellos años setenta en los que me inicie en el esquí (diriamos hoy de travesía) por nieve virgen.

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  4. Excelente. Viaje emocional en el tiempo

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