MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

lunes, 7 de agosto de 2017

CAMPOY IRIGOYEN. JACA Y LA GUERRA DE MARRUECOS



                
                      JOSÉ MARÍA CAMPOY IRIGOYEN



                                        "Hasta el África que inmola
                        sus hijos en torpe guerra
                           no hay un puñado de tierra
                               sin una tumba española"

Sirvan estos cuatro versos, que se hicieron célebres en la contienda que España mantuvo en el norte de África contra los rifeños, para comenzar este breve relato en recuerdo de personas y hechos que tuvieron lugar entre la ciudad de Jaca y la zona del norte de Marruecos.


                                                 
Nº 46  de la calle Mayor de Jaca. Lugar de nacimiento de José María Campoy Irigoyen.



José María Campoy Irigoyen nació en Jaca, el 8 de agosto de 1894, en el seno de una familia de rancio abolengo jaqués, los Campoy- Irigoyen. A los 19 años quedó huérfano de padre, pues en 1913 murió de forma repentina D. Miguel Campoy y Laplana, que había sido un ilustrado farmacéutico, Teniente Alcalde y Concejal-Síndico de la ciudad de Jaca. Junto con su madre ya viuda, Candelaria Irigoyen, trasladaron su residencia a Madrid en 1917. Hecho este que no le impediría seguir de cerca el acontecer de su ciudad, puesto que continuaron viniendo a Jaca los veranos junto con sus hermanos: Miguel (farmacéutico militar, número uno en las oposiciones a ingeniero militar y premio extraordinario de licenciatura), Ramón (abogado) y Luis (funcionario de telégrafos).




 José María en edad juvenil, junto a amigos y familiares,
en una huerta de los alrededores de Jaca.
(Fototeca de Huesca. Col. A. Allué)

José María, culto y orgulloso de su ciudad, fue entusiasta lector y redactor del periódico local que regentaban sus amigos, La Unión. Tras una etapa de seminarista en Jaca, el 2 de junio de 1917 ingresó con 23 años en el cuerpo eclesiástico del ejército. Apenas ordenado sacerdote y ante una esperada concurrencia, dio muestras de poseer una brillante oratoria al pronunciar su primer sermón lleno de emoción en Santo Domingo, en las fiestas de las Hijas de María, celebradas los días 25, 26 y 27 de mayo.
Posteriormente, se incorporó en su primer destino al Regimiento de infantería de San Fernando y formó en las columnas volantes de Kanduchi, Kaur y Monte Arruit, donde acreditó su valor en las tomas de Sidi, Yaquet y Tisi-Nidar.


Su siguiente destino, el 26 de mayo de 1919, fue el Batallón de Segorbe, incorporándose a la posición avanzada de Yarda y participando en los combates de Alalex, Tenitex, Monte Cónico y en la ocupación de Fondax de Ain Yedida.
J. M. Campoy de cazador alrededores de Jaca


El 28 de agosto de 1920 fue destinado al regimiento de Galicia de Jaca y en diciembre  ya había recibido la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo por los servicios prestados en África.
Con nuevo destino, desde el 27 de enero de 1921, en el Regimiento de Cazadores de Alcántara 14 de Caballería en Jaca, en febrero de 1921, a petición de la Hermandad de San Blas,  como si presintiera que iba a ser su último sermón, glosó el panegírico de su patrón, en los solemnes actos que había organizado dicha antigua Hermandad.
Ya en África, con los cazadores del Alcántara, acompañó a sus jinetes en las cargas de  Igueriben, Isumar,  Anzú, Sidi Midar y  Dar Drius hasta el momento trágico de su muerte, en la evacuación del Monte Arruit, el 9 de agosto de 1921. Murió a los 27 años habiendo tenido una vida militar corta, pero intensa, tan solo cuatro años; desprendiéndose de una acomodada posición social y afectos familiares para ser fiel a su vocación de militar-apóstol a la que entregó su vida y juventud.
JM. Campoy  con el uniforme de capellán. Esperando el
embarque para Melilla. (Fototeca de Huesca Col. A. Allué)
Para la participación en la guerra de África no necesitó ni balas, ni fusil; su sólida formación y su hábito de capellán castrense le bastaron para sentirse útil. En los pocos días de calma se dedicaba a enseñar a los analfabetos las primeras letras, pero era más fácil verlo con la extremaunción en bandolera, el breviario y un pequeño crucifijo sobre el pecho que habrían de besar tantos y tantos moribundos mientras hacía un gesto, por desgracia ya muy habitual, que repetía una y otra vez: la mano levantada para bendecir y absolver a los caídos. Una actitud en la que mostraba el mismo cariño cuando confesó al teniente coronel Fernando Primo de Ribera, hermano del dictador, quien, herido de gravedad por una granada en la última y heroica carga del Alcántara cuando cubría la retirada de Batel, murió en Monte Arruit víctima de una terrible gangrena, tras haber sufrido la amputación de un brazo en plena consciencia, que cuando consolaba a los humildes soldados que tantas veces vio morir en la enfermería por falta de recursos médicos.
Por esta  gesta, el jefe del regimiento recibió a título póstumo la Laureada de San Fernando y 91 años después, con carácter colectivo, la recibió toda la tropa que componía el regimiento de caballería Alcántara. 


Entrada al campamento de la Guarnición de Monte Arruit



Tras la muerte del teniente coronel, los supervivientes de aquel desastre de Annual, en el que perdieron la vida más de 10000 soldados, ahora al mando del general Navarro, se refugiaron en el cuartel de Monte Arruit, a tan solo 30 kilómetros al sur de Melilla. Allí resistieron cercados por el enemigo dos semanas largas. Sin apenas provisiones, ni agua, bebiendo sus propios orines en los que disolvían azúcar, hasta que el general Navarro pactó la capitulación con Abd-el-Krim: entregar las armas a cambio de respetar sus vidas. Una rendición que no evitó la masacre, pues, una vez entregada las armas, los rifeños comenzaron la matanza cayendo sobre unos soldados desarmados que formados en columnas se disponían para partir a Melilla. Los rifeños entraron a degüello, con toda crueldad, ensañándose y descuartizando los cadáveres que, sin enterrar, quedaron para pasto de los buitres con evidentes signos de haber sido torturados.


Restos de cadáveres dispersos en Monte Arruit

Fueron unos tres mil los asesinados, solo sobrevivieron un reducido grupo de jefes y oficiales, unos sesenta, entre los que se encontraba el general Navarro; salvaron su vida después de ser tomados como prisioneros y pagar cuatro millones de pesetas de las de la época en monedas de plata. Rescate que al ser conocido por el rey Alfonso XIII y parecerle excesiva la  cantidad, comentó: " !No sabía que estuviera tan cara la carne de gallina!"

Cadáveres insepultos en Monte Arruit

Por desgracia para Irigoyen, él no se encontraba entre estos, pues a la mitad del trayecto de retirada, en un sendero,  ya se percató de que caminaba hacia una muerte segura. En ese lugar se encontró con Somoza, otro sacerdote y compañero que, enfermo y agotado, bajaba a la Plaza mientras él subía. Con Somoza se confesó allí mismo, en un recodo del camino, a la sombra de un espino de aquella carretera de la traición, en medio de una visión  dantesca, rodeado de víctimas fusiladas y de cadáveres mutilados y quemados, entre soldados enloquecidos por el hambre y la sed, que eran fácil blanco del fuego mortífero de la fusilaría rifeña y de los disparos de cañones que tronchaban y mutilaban sus cuerpos.

JM. Campoy  esperando el embarque
para Melilla. (Fototeca Diputació de Huesca.
Col. A. Allué )



Conocer la noticia de su muerte, como la de tantos otros caídos, no fue ni fácil ni rápido. La lentitud de las comunicaciones y la dificultad para identificar los cadáveres se prestaba a la confusión, al tiempo que aumentaba la desesperación de sus seres queridos por el desconocimiento de su paradero.
Era septiembre de 1921 cuando aparecieron las primeras noticias escritas sobre la suerte de J. M. Campoy Irigoyen: en El Heraldo de Aragón se decía que había llegado a Melilla; un telegrama del médico primero del regimiento de Alcántara decía: "NOTICIAS CAPOY BUENAS"; otro, dirigido a su hermano Ramón, decía: "su hermano prisionero en Alhucemas. Enhorabuena";en la prensa de Madrid, El ABC y El Imparcial ratificaban la noticia y El Sol fue todavía más explícito al afirmar que "Llegó a Axdir el capellán castrense del Regimiento de Alcántara, J.Campoy que estuvo prisionero. Al evacuarse la posición ha pasado por una odisea hasta ser conducido a presencia de Abd-el-Krim".
Sin embargo, la incertidumbre sobre su paradero era tal que su hermano Ramón, el 27 de septiembre de 1921, le escribió una carta al caudillo de monte Arruit, al general Navarro, invocándole y suplicando en nombre de su madre, saber con certeza si vive o muere. Carta que fue contestada desde Axdir el 25 de octubre en estos términos:

 Capitán General  Felipe Navarro. 
Participó en las guerras de Cuba,
Filipinas y Marruecos. Murió
 asesinado en 1936 en
 Paracuellos de Jarama.


"...desgraciadamente, no puedo darle noticia alguna de su hermano...ignoro su suerte, solo puedo decir a V. que, durante el asedio de Monte Arruit, su conducta ejemplar fue elogiada entusiásticamente por todos. Incansable mostróse en prodigar los consuelos de nuestra religión a los que había menester; ayudando a bien morir a otros; enterrando a los muertos a pesar del continuo fuego de cañón y fusilería. Después de la evacuación de Monte Arruit nada he logrado saber de él, no obstante el interés inmenso que tuve y tengo por tener noticias de su paradero... Sírvanle de alivio a sus penas estas noticias que le doy y acepten Vds. la expresión de mi verdadero pesar por haber perdido un compañero del inolvidable Monte Arruit.
 Es mui suyo aff. S.S.
                              
 q. e .  s .M
                  Felipe   Navarro

Pero para el 20 de octubre, en el intervalo de ambas cartas, los hilos telegráficos transformados en mensajeros funerarios habían traído la noticia de la triste realidad que publicó el periódico local La Unión confirmando la noticia a los jaqueses:

"Los presentimientos se han cumplido (ayer la prensa de Melilla), en cuanto en Melilla se supo que el Monte Arruit había sido ocupado por nuestras tropas, muchas familias, más de un centenar, se dirigieron en automóviles por la carretera para reconocer cadáveres soportando un olor nauseabundo. Entre los cadáveres identificados figura el del capellán jaqués. Se había informado de que estaba prisionero en Aydir, se creyó que el cadáver de un capellán encontrado en Zeluán era el suyo, pero no. Pues su hermano y un tío suyo lo han reconocido"

Muy poco después, otro compañero del Galicia, también jaqués, recordará en su "Diario de un soldado" la recuperación para las tropas españolas del Monte Arruit:

"... el 24 de octubre se llevó a cabo la brillante toma del triste célebre Monte Arruit, calculándose en unos 5000 cadáveres encontrados en la carretera y en posición, víctimas cruentas de la barbarie rifeña a los que se les dio cristiana sepultura en dos grandes zanjas en forma de cruz. Allí fue encontrado e identificado el cadáver  del heroico y ejemplar capellán castrense del Regimiento de Alcántara D. José María Campoy, hijo de Jaca, que, poco tiempo antes, siendo capellán castrense del Galicia, pronunció una hermosísima y patriótica oración sagrada el día de la Purísima Concepción, en nuestra iglesia de Santo Domingo que hizo vibrar los corazones..."

De paso, el soldado jaqués no perdió la ocasión para anotar en su diario la opinión que le merecían sus enemigos tras la toma de Zeluán:

"... silban las balas, el rifeño es traidor por naturaleza, solo acomete cuando sabe que va a hacer daño con seguridad, espera tras de chumberas o piedras horas y horas hasta alcanzar a su presa; está probado hasta la saciedad que los moros son cobardes".

Y en la partida hacia Tahuima, tras hacer mención a su austero desayuno 
"...un café, y cuatro galletas más duras que peñas", y teniendo delante desplegadas las fuerzas del Tercio y Regulares en la toma de Buguen-Zein, añade:

"... escenas macabras de cadáveres de soldados y caballos víctimas del engaño de los traidores y cobardes moros que los asesinaron tras ser bárbaramente mutilados y otros quemados a mansalva cuando se encontraban huidos y desarmados".

JM. Campoy en la terraza de una casa de Jaca. Al fondo, a la izda el monte Cuculo 
y a la dcha. el paseo de Alfonso XIII con el Quiosco de la música.
(Fototeca Diputación  Huesca. Col. A. Allué)

Estremecedora y conmovedora resulta también la carta que Esteban Gilberte Grech escribió desde Axdir en respuesta a otra de Ramón Campoy Irigoyen, el 27 de noviembre de 1921, cuando este todavía no sabía el paradero de su hermano que por encontrarse herido contestó al recuperar su salud en noviembre de 1922 :(el sobre lleva escrito la indicación. Sale el 16-I-23)

"... más nos semejamos a perros que a personas por la forma inhumana humillante y asquerosa como se nos trata, aprovecho esta ocasión clandestina que se nos brinda para cumplir mi deuda con V. ... satisfaré gustoso la justa ansiedad que por suerte y conducta de su amado hermano, mi querido capellán y amigo. Desde Dar Drius donde lo saludé a su hermano. No desatendió ni un momento su especial misión y durante la retirada a Batel y Monte Arruit, nadie pudo notar en él (que sería muy disculpable)la menor prueba de abatimiento... primero al Cuartel General y luego a la tropa les fue dando a todos la absolución... el trágico final del 9 de agosto estuvo a punto de ocurrir el día 2, en el que los moros atacaron el campamento por todas las partes llegando a montarse sobre el parapeto, pero aún teníamos armas todos y la lección fue tan dura que dejaron más de cien bajas alrededor del campamento; en cambio el 9 se valieron de la traición y cuando después de capitulados y desarmadas las cuatro quintas partes de la guarnición, salía esta del campamento conduciendo sus heridos (402), fue arrollada la columna y asaltado el reducto por todas las partes, y entre aquella jauría de chacales, cayeron sacrificados al deber patrio cerca de 3000 hombres, y entre ellos, como único representante del Sumo Hacedor, cayó el virtuoso capellán Campoy, dando ejemplo de valor y santidad, ya que murió bendiciendo a sus hermanos, y ocupando dignamente el puesto que como le corresponde en nuestra envidiable historia Militar cuyas páginas al recoger con letras de oro los nombres de tantos héroes , no podrán olvidar el de D. José María Campoy Irigoyen...".  


Tumba de JM. Campoy Irigoyen, cementerio de la
 Purísima Concepción de Melilla.


No es extraño, pues, que jefes, oficiales y prisioneros de Axdir, testigos presenciales de esos hechos, exalten los valores del capellán del Galicia y del Alcántara y menos que le otorgaran la Cruz Roja del Mérito Militar y la Medalla de África a un jaqués que yace lejos de las montañas de su Pirineo Aragonés, en el cementerio de la Purísima Concepción de Melilla, desde el 25 de octubre de 1921 . Y es lógico que en noviembre de 1921 recibiera indulgencias de los señores vicario general castrense, del patriarca de las Indias, del nuncio de su Santidad, del eminentísimo cardenal de Zaragoza y de los obispos de Madrid-Alcalá, Segovia, Pamplona y Jaca.
Placa reubicada, de la calle Ancha
a la actual, en la iglesia de Santiago. 
  

También que, una vez terminada la contienda, el Ayuntamiento de Jaca perpetuara su nombre dedicándole una de las calles  por aquel entonces  considerada de las más amplias y transitadas. Una calle de larga tradición para los jaqueses, pues, aunque con diversos nombres, formó parte de la columna vertebral de la ciudad desde su nacimiento: San Jacobi en los siglos XI y XII; San Jaime en 1484, 1500 y 1618 y Santo Domingo desde 1664. Dicha calle, comenzaba en la Torre del Reloj hacia la iglesia de Santo Domingo (hoy iglesia de Santiago), luego giraba a mano derecha al llegar a la iglesia y, tras recorrerla  por el lado septentrional, daba a parar a la calle la Luna y al Pozo del Rey. 




Calle Ancha de Santo Domingo. Al fondo, la Torre de Reloj
con el campanil modernista hoy desaparecido.
El día de la inauguración de la calle con su nuevo nombre, un domingo 9 de octubre de 1927, la ciudad cumplió con un deber que tenía con uno de sus hijos al que consideraban como un héroe y como un santo. Partieron desde la Casa Consistorial las autoridades, acompañadas por numerosísimos paisanos, hacia la calle "Ancha" de Santo Domingo, donde tras el discurso de turno, el alcalde Francisco García Aibar destapó la cortinilla que cubría la placa de mármol, al tiempo que la banda de música militar hacía sonar los compases de la Marcha Real entre aplausos de una abigarrada multitud que  ocupaba la calle y los alrededores.
Acto seguido y aumentando el número de acompañantes, la comitiva se dirigió a la calle Mayor para detenerse en el nº 46, la casa de sus padres y la casa donde nació. Encima de la puerta se hallaba colocada la placa-lápida que se había realizado por suscripción popular para homenajear a José Mª. De nuevo, discursos: el del teniente vicario general castrense de la 1ª región militar José Alonso y Alonso, muy aplaudido por el público, y, posteriormente, otro encendido discurso pronunciado por el general gobernador de la Plaza, Fernando Urruela, quien encogió el ánimo de los presentes cuando en un momento dado, y volviendo hacia la placa dijo:


"Bien morir es nacer en la gloria! Campoy Irigoyen! No has muerto, no. Vives y vivirás eternamente en las calles de Jaca, de tu Seminario, en el escalafón del Ejército, en el corazón de la madre Paria...".



Placa-Lápida sobre la fachada de la la Casa de J. M Campoy Irigoyen.




Y tras un largo aplauso, y de nuevo con la banda del Galicia tocando la Marcha Real, se destapaba y corría la cortinilla con los colores de la bandera de España, dejando al descubierto su busto en alto relieve, forjado en bronce, con uniforme militar, rodeado por dos medias guirnaldas. Debajo de ellas, dos emblemas que marcaron su vida y destino: la doble cruz con las cabezas de los cuatro reyes moros y un crucifijo, a derecha e izquierda respectivamente.
Todo ello en una inscripción sobre mármol donde reza lo siguiente:







AL CAPELLÁN DEL EJÉRCITO D. JOSÉ Mª CAMPOY IRIGOYEN QUE NACIÓ EN ESTA CASA EL 8 DE AGOSTO DE 1894. SUS COMPAÑEROS Y AMIGOS EN TESTIMONIO DE ADMIRACIÓN DEDICANLE ESTA LÁPIDA POR SUSCRIPCIÓN POPULAR. APÓSTOL DE LA CRUZ Y HÉROE DE LA PATRIA A ELLAS OFRENDÓ SU VIDA EN LA TRAGEDIA DE MONTE-ARRUIT EL 9 DE AGOSTO DE 1921. OCTUBRE DE 1927.

Del periódico La Unión


              
Protectorado español de Marruecos
 
          
                                  JACA Y LA GUERRA 
                                     DE MARRUECOS. 
                                      OTROS HÉROES
                                                Y 
                                      COMBATIENTES




Con anterioridad a 1909 era algo frecuente que los militares solicitaran servir en África. Y el ministerio de Guerra se podía permitir el lujo de poder cubrir las vacantes con andaluces, por estar más acostumbrados a soportar el clima marroquí. Las cosas cambiaron tras la fatídica fecha del 17 de julio de 1909, cuando en  el barranco del Lobo murieron 153 soldados españoles, además de quedar heridos 599.
Aunque con algún retraso, en Jaca, dada su condición de Plaza Fuerte y la gran implicación que el estamento militar tenía en la población, la guerra se seguía muy de cerca, ya que se colocaban en una pizarra de la Casa Consistorial los telegramas recibidos que ponían al corriente de las noticias de la guerra. Así sucedió cuando se anunció la victoria de la toma de la inexpugnable cima del Gurugú, el 29 de septiembre. Motivo este que dio paso al engalanamiento de las casas e iluminación de algunas calles. Ante esa noticia, el Ayuntamiento, haciendose eco del sentir de la ciudad, visitó, en Comisión constituida por el señor alcalde Mariano Samitier y los concejales Dionisio Irigoyen, Fermín Díaz y Francisco Leante, al General Gobernador Militar para felicitarlo y dirigir al general Marina, que acaudillaba las tropas en Melilla, el siguiente telegrama:

  "Entusiasmados el ayuntamiento y vecinos de esta ciudad ante los constantes triunfos del heróico Ejercito que tan admirablemente acudilla V.E. coronados con la toma del Gurugurú, felicito en su nombre á V.E. y Ejército todo de operaciones que tan hermosos días de gloria viene dando á la patria querida. Mariano Pérez Samitier"
  (LU octubre, 1909).

En Jaca, como en otras ciudades, "La Junta de las Damas" constituída en el Casino Gabinete del Recreo, el 7 de septiembre de 1909, y compuesta por su presidenta Mercedes Zea de Lachambre y 63 señoras de diversas clases sociales hacía una recolecta de dinero y enseres para socorrer a las familias de los fallecidos y heridos en Melilla. No hubo institución, ni asociación, ni comunidad, ni colegio, además de algún pueblo vecino como Embúm (encabezado por su alcalde Pablo Sirés) que no aportara su granito de arena a tan loable empresa; así mismo colaboraron a título individual unas 50 personas, que aportaron, una vez deducidos los gastos, 3.121, 30 pesetas. Y no solo era dinero lo recaudado, porque toda aportación era bien recibida. Así, el semanario La Unión regaló 12 calzoncillos, 8 docenas de camisetas, 4 docenas de calcetines, 12 docenas de pañuelos, embalado y facturado con 70 pesetas para los portes. O el patriótico gesto que tuvo un extranjero, el marsellés Antonio Caubet, afincado en Jaca, quien mandó a los hospitales de Melilla 1.500 cajas de fuelles de insecticida procedente de la producción del cultivo de la flor del "pyrèthre", que obtenía de en las 425 hectáreas que tenía arrendadas en los campos de Larbesa, Soto de Charlé y Notefíes (300, 100, y 25 respectivamente).
Mariano Pérez Samitier
Tampoco faltó solidaridad para los hijos de Jaca cuando llegaban los días de Navidad. Así ayudaron a pasar tan entrañables días a aquellos soldados jaqueses que en diciembre de 1909 se encontraban alejados de sus familias combatiendo en África, la iniciativa surgió del alcalde Mariano Pérez Samitier. Se trataba de contribuir a la suscripción abierta, desde el 18 de noviembre hasta el 15 de diciembre, en las administraciones de los dos periódicos locales. Se recaudaron 402, 75pts. Por parte del periódico La Unión, 221, pts.,y de El Pirineo Aragonés, 181,75 pts. De esta forma recibieron 40 pts.: Alfonso Rodriguez Subirana, Gumersindo Tomás Pérez, Román Rapún Otín, José Gil Plasencia, Manuel Pueyo Bescós, Tomás López Gracia, Vicente Palacín Pueyo, Mariano Calvo Prado, César Benedé Campos, y Juan Pétriz Bartolomé.
El reconocimiento de este gesto lo hizo público, en nombres de los soldados, su alcalde Mariano Pérez Samitier, que agradeció también a Ramón Allué, representante en Jaca de la Compañía de Tabacos, los gastos de timbre y premio que había ocasionado la remesa de las libranzas enviadas, de 90 pesetas, producto del festival organizado por el Orfeón Jacetano.
Unos actos de solidaridad  que a vuelta de correo solían agradecer los soldados, en este caso Adolfo Rodriguez:
SR. D. Mariano Pérez Samitier:

"Muy señor mio: Después de saludarle con el debido respeto, tengo el gusto de manifestarle que he recibido las 40 pesetas por V. Remitidas en nombre de la ciudad de Jaca, por lo que tanto á V. Como al pueblo en general, y á los que han contribuído para dicho recuerdo, en particular, les doy las más expresivas gracias.
Queda de V. Suyo afmo. Y s. S. Que b. S. M.
Alfonso Rodriguez.
Melilla 25 de Diciembre 1909" 

O César Benedé: 


Sr.D. Mariano Pérez Samitier:
...Ruego que mi agradecimiento que será eterno, lo haga extesivo á cuantos con su óbolo á aquel obsequio ha contribuído. Tanto más de agradecer cuando que nada hay en mi que á él me haya hecho acreedor.
Con mi deseo de un feliz y póstero Año Nuevo, Vaya para mis paisanos un afectuoso saludo á quienes los soldados hoy en filas, nunca agradeceremos lo bastante, las ostensibles pruebas de cariño que de ellos hemos recibido.
                                          César Benedé. 

Prácticas de telegrafía en el camino de Ipas, Jaca,1910. (Fototeca de Huesca) 


Difícil y fuera del alcance de este trabajo sería nombrar a todos los jaqueses y montañeses que encontraron el sueño de la muerte en aquella guerra de África cuyo duelo sufrieron de forma anónima sus parientes y amigos. A la sentida muerte de J. M. Campoy en aquella guerra cruel se unieron otros nombres que no volvieron a ver el verde de sus montañas. 
La misma madre de J. M. Campoy, Candelaria, al agradecer toda la condolencia que había mostrado la ciudad de Jaca, se acordó de nombrar a otros hijos de la ciudad de Jaca que también murieron en combate como: López, Prado, Delgado, Adolfo del Hoyo Paules y Antonio Vidal. Este último, el padre Antonio Vidal, conocido cariñosamente como el "Padrecito" por haber sido profesor en el colegio de lo Padres Escolapios, se incorporó al Batallón de Galicia 19 como capellán, partiendo a principios de septiembre de 1921 para África. En su primer destino realizó las tareas propias de su condición de sacerdote en una "cómoda" posición, en hospitales y cementerios, hasta que, un buen día, se presentaron ante él unos oficiales de los Tercios suplicando voluntarios para asistir a  muchos de sus hombres  que morían llamando a sus madres o a un sacerdote. Ante tal petición, Antonio no se lo pensó dos veces y se alistó voluntario en el Tercio de Extranjeros. Un paso adelante que le costaría la vida tan solo cinco meses después de integrarse en la Legión. Murió a los 26 años en acto de servicio auxiliando a un moribundo, el 18 de marzo en Dar-Drius. Los legionarios, después de recoger su cuerpo, con lágrimas en los ojos, lo llevaron a hombros hasta Melilla, donde envolvieron su cuerpo con la bandera de España al tiempo que depositaban coronas y emblemas de cariño.
Efectivamente, la muerte del capellán auxiliar del Tercio Antonio Vidal fue muy sentida tanto enn Jaca como en Melilla. Al capitán Daniel Rodriguez Lefort, antiguo ayudante del Regimiento Galicia,  se debe este telegrama que comunicaba a los jaqueses la manifestación de duelo del luctuoso suceso:

 "Director de la Unión.-Jaca                                           Melilla. 21, a las 19
... Murió administrando Sacramentos en la misma línea de fuego de un balazo en el pecho, en la operacion del día 18. Fue el cadáver conducido a la última morada a hombros de legionarios y sacerdotes; llevaba muchas coronas destacándose entre ellas una del Regimiento Galicia y otra del Tercio, con cintas ambas de los colores nacionales. El cuerpo del desventurado capellán y glorioso hijo de San José fue inhumado envuelto en la bandera de la patria. Al entierro asistió el General Sanjurjo y algunas autoridades; el P. que aquí predica la cuaresma pronunció sentido discurso saturado de patriotismo y de admiración para el Héroe que lega con su muerte gloria y honor para el claustro calasancio y para el clero tan sufrido y abnegado. Presa de emoción intensa, público en explosión de hondo patriotismo prorrumpió vivas a la Escuela Pía, al Tercio y a España. Haga presente a esa Comunidad mi sentido pésame" (LU, 23 marzo de 1922)
Adolfo del Hoyo Paules con la medalla de la Batalla de Melilla



Otro tanto se podría decir de Adolfo del Hoyo Paules, también jaqués, el menor y único hijo varón de cuatro hermanos, con residencia en el Callejón del Viento, (antiguo "Bar Brasil"). Murió en agosto de 1921 en Monte Arruit, como tantos otros compañeros de su regimiento, ejerciendo de teniente de Policía Indígena. Su cuerpo fue uno de aquellos que no se encontró nunca y que, tras ser descuartizado, acabaría siendo pasto de los buitres. A su madre, Orosia Paules Barba, viuda de de Sebastián del Hoyo desde 1912, tan solo le llegó desde África un baúl con todas sus pertenencias. El recuerdo de sus querido hijo estuvo siempre presente en la familia en aquella casa del Callejón del Viento. Hogar donde su madre vivió hasta los 83 años y en el que nunca dejó que entrara ni una sola porción de chocolate para evitar reabrir la herida de aquel hijo que no podía pasar un solo día sin pedirle su desayuno y merienda  preferidos: pan con chocolate.
De esta forma se truncó una prometedora  carrera  militar y una vocación de la que siempre hizo gala aquel joven desde muy temprano. Aprobó los exámenes de ingreso para las Academias militares realizados en Guadalajara el 8 de julio de 1914. ( ABC julio 1914, pág. 14). Formación que continuó con unas brillantes calificaciones que le permitieron realizar sus estudios "becado" y hacer funciones de oficial subalterno en las cuadrillas de alumnos como "Galonista".
Adolfo del Hoyo de cadete  en la Academia Militar

Además de los ya nombrados, también perdieron la vida en Marruecos entre muchos otros: Salvador Díaz y Escandón Ordóñez (general de división) cuando, en primera línea de fuego, al disponerse a coger su caballo en el campamento de Izhafen, dos balazos de plomo rifeño le atravesaron el pecho; más conocido en Jaca como el General Ordóñez, por haber estado al mando del gobierno de la Plaza de Jaca y sus provincia desde su despacho en la Ciudadela; Antonio Escribano, Juan Espinosa, Julio Leompart y Julio Salas en Melilla y Larache el 25 de julio de 1921; Alejandro Herraez Ara, sargento de Regulares de Alhucemas nº 5 muerto en el combate de Tizzi-Azza; Eusebio Casaus Estallo y Francisco Calvo Bartolomé de Banaguás y Ángel Pérez Cavero de Hecho.
Entierro del General Ordóñez. Muy conocido y apreciado en Jaca por haber estado al mando del gobierno de la Plaza de Jaca y su Provincia
Entre los que volvieron tras pisar suelo africano se encontraban: Francisco Castejón Laclaustra, médico militar; Tomás Ximénez de Embún, capitán de artillería y Camilo Muñoz Lafuente, Primer teniente de infantería, ambos poseedores de la Cruz de primera clase de Mérito Militar; Mariano Bueno, capitán del Regimiento Galicia, voluntario; y Antonio Valero, médico militar.   

  

                                                     
                                     

                                                                                  SORTEO  DE QUINTOS  
  


                                 "Si te toca te jodes
   que tienes que ir,
             que tu madre no tiene
    para librarte a ti".
        
 
Estos versos de una canción que cantaban los quintos de la época reflejan el reclutamiento de tropas basado en un sistema de quintas a todas luces injusto, en el que los hijos de las familias humildes tenían un sitio asegurado. El reclutamiento de "quintas", introducido con la llegada de los Borbones, se llamó así porque se elegía a uno de cada cinco mozos en edad militar, mediante sorteo, hasta que las Cortes de Cádiz de 1812 instauraron la obligatoriedad del servicio militar de todos los varones, sin discriminaciónnes.
Sin embargo, este reclutamiento, temido siempre, y odiado en tiempos de guerra por motivos obvios, no lo era tanto para aquellos mozos que entrando en quintas, tenían la posibilidad de evitar su incorporación a filas de dos maneras: bien pagando en metálico 6000 reales, una cantidad que no estaba al alcance de cualquiera, si pensamos que el sustento diario de un trabajador ascendía en la época a 10 reales, o pagando a un sustituto para que fuese en su lugar. 
Tanto la "redención" como la "sustitución", así era como llamaban a estas formas de evitar servir en el ejército y evitar los riesgos de la guerra, fueron modificadas en 1912. Desde este año, el servicio militar activo fue de tres años y la "sustitución" y la "redención" en metálico se sustituyeron por el "soldado de cuota". 

Anuncio del periódico jacetano La Unión,1908.
El plazo para la solicitud se entregaba en la
 delegación de Hacienda y terminaba,
 sin posibilidad de prórroga, el 31 de diciembre. 

De modo que, aquellos que accedían por este nuevo sistema de reclutamiento, además de hacer una mili más corta, quedaban exentos de ir a África a cambio de pagar, 1000 pesetas si su incorporación era por ocho meses, o 2000 pesetas si lo era por cinco. De manera que los hijos de los pobres siguieron siendo los que componían el mayor contingente de tropa y, en consecuencia, de muertos en una guerra donde el porcentaje de bajas se acercaba al 50%. En la ciudad de Jaca, el sorteo de quintos se hacía los domingos en el salón de actos del Ayuntamiento al que acudía un numeroso público expectante. Como se suele decir en estos casos, la suerte iba por barrios. Apretones de manos y abrazos, para aquellos a los que la suerte les había sido propicia o se habían librado por causas alegadas como la de ser corto de talla o tener otras "anormalidades"; y palabras de aliento para aquellos que habían obtenido número y se tenían que incorporar a filas. A pesar de ello, y como solo se es joven una vez en la vida, nadie renunciaba a las tradicionales "fiestas de quintos" que se celebran al término del sorteo, con la habitual comida y abundante vino.
Más temido era el sorteo que se celebraba en el "Círculo Oscense" (Huesca). En él se tomaban medidas ante la posibilidad de incidentes, puesto que los que aparecían en la lista iban a ser destinados a las plazas africanas y en las que el del 15 de febrero de 1917, aparecen 25 reclutas del partido de Jaca. 
Y fueron  48 quintos de la montaña, más voluntarios  los que partieron para guarniciones africanas en febrero de 1923. Los había de Javierregay, Sallent de Gállego (4), Panticosa (3), Tramacastilla, Pueyo de Jaca, Olivan, Embún, Anzánigo, Hecho (2), Villanúa, Agüero, Barbenuta (2), Fago, Abay, Escuer, Jabarrella, Sinués, Berdún, Arbués, Sabiñánigo, Latre, Yesero, Hoz de Jaca, Ansó, Triste, Jasa, Larués, Acín, Gésera y Jaca (4) : Antonio Lanaca, Victoriano Duó, Tomás Cirén y José Larraz.

1ª Compañía del 2º batallón del Galicia. Tropa en descanso. Maniobras realizadas en Santa Cilia de Jaca en 1910.
(Fototeca Diputación de Huesca).

La llegada de los quintos a Jaca era una nota pintoresca que no pasaba desapercibida y menos para aquellos que se acercaban a la calle Mayor. Eran fácilmente reconocibles puesto que, además de mirar las cosas con la avidez de aquel al que todo le resulta novedoso, andaban en compactos grupos, con su gorrico bicolor colocado con una ligera inclinación que lo dejaba caer sobre  su oreja izquierda con la coquetería propia de un veterano, al paso que piropeaban a las muchachas jacetanas, con acentos de casi todos los lugares de España, siendo los más frecuentes el acento andaluz y el catalán ( 200 quintos en 1908).
Ya de veteranos, aparte de pasear por la calle Mayor, era frecuente verlos por alguna casa de citas camuflada, por la "Alegría Juvenil", por cafés, cines, teatro o agolpados en alguna mercería haciendo acopio de hilos, botones, agujas y dedales para remendar sus uniformes o comprando otros efectos como betún, recuerdos y postales para escribir. 


                          SALIDAS Y LLEGADAS DE LOS EXPEDICIONARIOS


La ciudad siempre tuvo presente el valor y el sacrificio de aquellos jóvenes de remplazo que iban a luchar en aquellos campos de la muerte en que se había convertido la guerra de África. A los soldados del Galicia nunca les faltaron muestras de entusiasmo para despedirlos, ni locuras de cariño en su recibimiento; pero no era menos cierto que de forma paralela se vivía la otra cara de la moneda: la que representaba ver a diario la desesperación y desconsuelo de los padres que no vieron volver a sus hijos.
Tampoco faltaron, pues fueron muy frecuentes, campañas para recaudar dinero para los soldados. Así sucedió en julio de 1921, cuando el comercio cerró las puertas de sus establecimientos de 10 a 12h. para sumarse al homenaje que se rindió en su despedida al ejército a iniciativa del prelado.
La salida hacia la guerra de África iba unida a emotivos actos que contribuían a paliar los temples y el ánimo de los soldados, como sucedió antes de la partida del 2º batallón del regimiento Galicia en un tren especial a Sevilla, a las 23,30, de la estación de ferrocarril, un 29 de agosto de 1921. 
 
Antiguo Salón- Teatro de Variedades
construido en 1905. Estuvo situado en el solar que hoy ocupa Casa Valero( junto a "Medio Pañuelo").  
 

Para entonces, y con antelación, se habían organizado festivales en el Salón de Variedades con la finalidad de recaudar dinero para los soldados. En esos festivales participaban instituciones y personas de la propia localidad que podían mostrar alguna cualidad artística o de entretenimiento. En este sentido es justo destacar las iniciativas que llevó a cabo el maestro  de las Escuelas Nacionales D. Joaquín Celma Giner, hombre curtido y culto en las ideas de la enseñanza y para quien el magisterio era un auténtico apostolado. Además fue un excelente músico y director del "Quinteto Jacetano", que amenizaba en verano los bailes en el Casino Unión Jaquesa. A él se debió la idea de hacer la exitosa campaña del "AGUINALDO DEL SOLDADO" convirtiéndose en su verdadera "alma mater", pues organizó todas aquellas acciones destinadas a obtener dinero para los soldados de África en las que terminó volcándose toda la ciudad. Fue el caso de los niños de las escuelas dirigidos por el propio Joaquín, cuando en el teatro de Variedades, que había cedido sus instalaciones de forma gratuita y lleno a rebosar, tuvo lugar una "Velada teatral infantil". Se puso en escena "La adoración de los pastores de Belén"; coros muy afinados cantaron "El cabo primero" y la "Canción del Soldado" y se recitaron poesías a cargo del niño Joaquín Mozas. Se aplaudió a rabiar al maestro Joaquín y a sus alumnos: Pilar Celma, Carmen Rey, Pilar Badía, Pilar Betrán, Pilar Palón, Enriqueta Leante, Pura Cañardo, Pedro Viccarra, Francisco Raro, Luis Betrán,  Joaquín Palacios, Joaquín Mozas, Miguel Orós, Victoriano Calvo, José Prado, Julio Sánchez, Teodoro González, Teodoro Palacios, Mariano Betrán, y Miguel Garós.  


La rondalla militar, dirigida por el sargento Baró, se hizo
   muy popular en Jaca tanto por su simpatía como por
  su extenso y ameno repertorio, entre el que no solía
  faltar ni " la Canción del Olvido" ni jotas aragonesas.
 ( Del periódico La Unión, 1917)

 

 Reunidas en los salones del Ayuntamiento, para idear la manera de sacar dinero con que obsequiar a los soldados, se sumaron a dicha campaña caritativas señoritas encabezadas por Laurita Leante, Asunción González y Carmen Badía, quienes pusieron en marcha recolectas y ventas de billetes para rifas de bonitos regalos que ellas mismas aportaban.
El Regimiento Galicia al que consideraban un modelo de caballerosidad, de corrección y orgullo, también colaboró con la rondalla militar además de amenizar con la banda de músicaentreactos brillantemente dirigidos por D. José Pastor. Hubo cuadros artísticos dirigidos por Alfredo Lacasta y Pascualito Sánchez. También fue muy estimada la colaboración de las artesanas de Jaca, que consiguieron unos miles de reales de los habitantes de la ciudad a base de colocar y custodiar las bandejas que ellas mismas habían distribuído en diversos puntos de la ciudad, o con la compra de cigarrillos que repartían entre los soldados el mismo día de partida en el interior del cuartel.
Importante fue el gesto de la Cruz Roja, encabezada por Francisco García Aibar, que ofreció unas sesiones de cine con películas de la guerra marroquí. Y cuyos fondos también fueron destinados a tan preciado fin.  
Con estas iniciativas y otras de distintas entidades se llegaron a recaudar 6.275 pesetas: 1.000 del Ayuntamiento; 300 de la Diputación Provincial; 250 del obispo; 250 del cabildo de la Catedral; 2.200 de la recaudación de la 1ª velada teatral; 1.575 de la cuestación del barrio de los Estudios; 25 de Francisco Ripa y 675 de la 2ª velada teatral. La recaudación se la entregaron al teniente coronel Mariano González quien fue distribuyendo el dinero en momentos puntuales entre los 875 soldados del batallón.
Ya desde Sevilla los soldados Eugenio Gual Máximo Pueyo en carta pública, en su nombre y en el de sus compañeros, mostraron sus agradecimiento a la ciudad de Jaca afirmando que ya habían recibido "... del que nos ha tocado 5, 10 pts, por individuo, más las que ya en Jaca percibimos, lo cual pone de manifiesto la espléndida magnificiencia de loa jacetanos".
Otro tanto sucedió el 25 de diciembre cuando entre "Vivas" a Jaca recibieron 3, 50 pesetas en concepto de "Aguinaldo del soldado" y un soldado catalán José Ruyll, hizo llegar una carta a la Ciudad en enero de 1922 en la que explicaba:

        "Creame que me gustaría dominar la pluma, aún que fuera poco, para dirigirme con unas líneas y muy de veras elogiar con unas líneas y muy especialmente al iniciador Sr. Celma y a cuantos han favorecido contribuyendo al realce de tan noble obra que creo no olvidaremos, y además contar detalladamente el efecto que produjo dicho obsequio a todos nosotros, acompañados de una comida extraordinaria y de una temperatura apacible. Fue un dí espléndido."  



Plaza de la Catedral primera decada del siglo XX.
(fotos cedidas por "Josechu" y J.C. Dominguez).


También se estableció todo un ritual de partida del convoy que comenzaba el día anterior por la tarde-noche. Ese día los jefes daban licencia a los soldados para divertirse y pasar el tiempo de forma agradable por los cafés de Jaca y de forma muy especial en el afamado "Café Universal", situado en un rincón de la actual Plaza de la catedral, al costado de la Lonja Chica, y que regentaba el bueno de Mariano Domínguez.


Plaza de la Catedral desde los porches,al fondo, a la dcha. el "Café Universal"





El Salón lo abrió Juan Domínguez  en la última década del siglo XIX, lo continuó su viuda junto con su hijo Mariano y supuso para la ciudad tener "un trocito de capital" en Jaca.


Del periódico La Unión, 1911.
 Del periódico La Unión, 1912.












En ese café, además de inaugurar un "potente y hermoso cinematógrafo" en 1910, se programaban conciertos musicales y actuaciones de todo tipo. Eran frecuentes las actuaciones de artistas foráneos, entre las que no faltaban varietés y cupletistas que hacían las delicias de la tropa. Y en esa tarde de despedida tan especial, además de permitir cantos, bailes y más de un exceso, Mariano les obsequiaba con café, copa  y puro. Mientras tanto, los jefes y oficiales eran invitados a un "champán de honor" en unos de los casinos  muy vinculado a la oficialidad militar y en el que, en ese momento, era vicepresidente el capitán expedicionario señor Bayo: el "Gabinete de Recreo", luego casino de Jaca. Y como colofón, como acto de despedida a los compañeros expedicionarios, celebraron un banquete en el Hotel La Paz donde el señor Magistral, que asistió en representación del Sr. obispo, por encontrarse este enfermo, pronunció un vibrante discurso.

El día siguiente comenzaba con una revista de tropas en la Ciudadela  ante la presencia de las autoridades, Ayuntamiento, obispo, Casino de Jaca y Unión jaquesa. Y posteriormente, tras haberles colgado a los soldados al pecho una medalla ( por parte de señoritas y veraneantes) y obsequiarles con abundante tabaco, cada uno de los soldados daban un beso a la bandera y salían desfilando con sus pesadas mochilas y su inseparable  compañero , el fusil, en la mano derecha por las calles más importantes de la ciudad: Ampudia, Mayor, Echegaray y Plaza de la Constitución (hoy Plaza de la Catedral), para terminar entrando a la Catedral y encomendarse a la protección de las reliquias de la patrona de Jaca, Santa Orosia.  




Embarque en la estación de ferrocarril de Jaca del Galicia. (Fototeca Diputación de Huesca

Ya en la estación de ferrocarril, tras los discursos del general Pin y del alcalde José Mª Campo, el convoy se aleja hacia el sur entre las notas de la banda militar. Era un adiós de un tren repleto de soldados que mostraban brazos, cabezas, gorros, pañuelos y banderines por las ventanillas. Un tren entre en el que una docena de asientos estaban ocupados por hijos de Jaca que lucían con orgullo en el cuello de la guerrera el nº 19 de su batallón, el Galicia. Pero también un tren donde entre el alborozo, los saludos de despedida y los silbidos de la máquina, brotaba un engañoso disfraz de de emoción, que no evitaba pensar en los escenarios de combate que les esperaban. Al tiempo que dejaban en el andén lágrimas de padres y pálidos semblantes de amigos.

Convoy militar sobre las vías de la estación del ferrocarril de Jaca.
 (Foto de Julio Requemo, 1916)


El viaje que les esperaba era todo menos corto. Fueron 35 días los que les costó llegar a Melilla tras pasar por Ayerbe, Huesca, Tardienta, Zuera, Zaragoza, Épila, Ricla, Calatayud, Ateca, Sigüenza, Guadalajara, Madrid, Manzanares, Linares, Andújar, Córdoba, Sevilla y Málaga. Cierto es que el convoy hizo paradas. En Sabiñánigo se les dio una entusiasta despedida por parte del vecindario que ocupaba los andenes entre aplausos, vítores y aclamaciones. En Almudevar una generosa señora repartió agua fresca y cristalina. En Casetas se les preparó un exquisito rancho. En  Calatayud les regalaron un vagón de sandías. En Madrid todavía les dio tiempo para hacer una escapada y, en Sevilla, ciudad en la que estuvieron 24 días  "...nos gastamos las 5 pesetas que llegaron desde Jaca y disputamos varios partidos de fútbol entre nuestro batallón y el de los sevillanos en los que casi siempre salíamos vencedores. Luego pasamos 7 días en Málaga, allí se incorporaron cerca de 40 soldados venidos de Jaca enfermos ya restablecidos, y recibimos 5 pesetas de los festivales realizados en Jaca. Antes de embarcar vimos barquillas de pescadores, balandros ligeros, vapores de guerra, transatlánticos conduciendo tropas. Ya en el puerto, tras apretones de manos, y un regalo de un paquete de tabaco, desfilamos con arrogancia y con aire marcial. Y tras petición nuestra y escuchar una interpretación de un jota aragonesa a cargo de la banda militar, subimos a nuestro barco "A. Lázaro" alejándonos de España. Los bravos del Galicia fuimos cantando jotas y viendo a delfines que se disputaban las sobras de la cena para llegar al muelle de Villanueva de la ciudad de Melilla.

Batallón Expedicionario de Infantería del Galicia 19 de Jaca. Llegó a Melilla el 3 de octubre de 1921. La foto se la hicieron en el interior de Monte Arruit el 8 de diciembre, día de la Patrona de Infantería.Está dedicada por un Capitán del Batallón a uno de sus Suboficiales ( Fotografía cedida por Pedro Juanín).
Tras desfilar por la calle Alfonso XIII en medio de un numeroso público que aplaudió nuestra llegada, subimos al fuerte de Cabrerizas Altas, nuestra primera estancia en el Riff para inmediatamente entrar en las zonas  de Combate de: Gurugú, Buguen-Zein, Monte Arruit, Nador, Camino de Segangan, Res-Tikermin, Valle del Sebt, Atlaten, Camellos, Pico de la Muela (cercano al triste célebre Barranco del Lobo, tumba funesta de las armas españolas en el año 1909) y Zeluan...Comiendo higos chumbos, rancho de garbanzos como piedras, durmiendo en el suelo y en sacos de paja, bebiendo agua mala, siempre con sed insoportable y echando de menos el agua pura y cristalina que brota de la fuente de San Salvador en las faldas del monte Oroel, oyendo el incesante cañoneo, el silbido de las balas y siendo "paqueados"
(así llamaban los soldados al sonido que emitía el disparo del fusil Level Francés similar al de "pa-co")  todas las noches, sin que los tiros corten las notas de la jota de nuestra querida tierra que cantamos después de la puesta de sol en aquella posición de Buguén-Zein".
("El Batallón de Galicia en campaña. Diario de un soldado"). 

  Así pues, no se puede dudar de la implicación civil que la ciudad de Jaca tuvo en paliar en la medida de lo posible las carencias de aquellos soldados que tenían como destino la Guerra de Marruecos, pues, unas veces más y otras menos, siempre se acordaban de ellos. Tal es el caso de los casinos de Jaca y en especial el Casino Unión Jaquesa que en 1922 seguía mandando dinero a sus hijos que combatían en África. Para ello organizaba todo tipo de actos, en especial de carácter artístico. Gracias a esta iniciativa se les enviaron 25 pesetas a cada uno de los jaqueses que en ese momento estaban destinados en África: Mariano Vizcarra,, José Mª Sierra, Juan Manuel Laporta, Eugenio Longás, Mariano Franco, Justo García, José Sánchez Calvo, Ángel Celma, Joaquín Celma, Vicente Vidallé, Andrés García Val, Felipe Campos, Félix Calvo Bartolomé, Jerónimo Bescós, Juan Olivera, José Gracia, Manuel Barrabés, Eugenio Sanz Borra, Domingo Manjón, Francisco Campo, Antonio Vizcarra, Rafael Tello, Dionisio Bescóas, José Barrabés, León Díez Laviña, Manuel Pantoja y José Mª Laín Ciprián.
Precisamente en esa lista se encontraban los hermanos Celma, ambos sargentos del Galicianº 19, hijos del anteriormente citado maestro de Escuela Nacional de Jaca D. Joaquín Celma Giner, que fueron heridos en combate en agosto de 1923. De los dos hermanos, solo volvió uno, pues Ángel falleció en cautiverio en la caliba de Ben-Dalah, en abril de 1926, ala edad de 23 años. 



 De original y exitosa se puede calificar la iniciativa que había surgido del periódico La Unión cuando en 1924 lanzó la idea de poner en marcha una Tómbola cuyos beneficios irían a para a los soldados que tenían como destino las plazas africanas. En dicho proyecto se volcaron unas sesenta familias jacetanas, en su mayoría solventes industriales y comerciantes, que, de forma desinteresada, donaron valiosos y atractivos objetos para ser expuestos y rifados en la Tómbola que José Sánchez Cruzat, en nombre del Ayuntamiento y en el suyo propio, estableció en los amplios locales del Almudí: jarrones de plata, cacerolas de aluminio, una arquilla de plata, una pila de agua bendita, tazas de café, botellas de Jerez, abanicos, relojes, jarrones, carteras, y pitilleras de piel, maletas, colonias, cafeteras eléctricas y de plata, muñecas, juegos de café, termómetros, plumas estilográficas, capillas de vírgenes, libros, jarrones, botellas de champán,... y así un largo muestrario de objetos colocados en unos escalonados estantes finamente cubiertos de noble tela. El importe recaudado, en diciembre de 1924, fue de 4.849,15 pesetas, cantidad que fue  puesta a disposición del coronel del regimiento Galicia Francisco Villena para los fines propuestos.
Tampoco faltaron voluntarias en Jaca, como María Cruz Bescós, que dedicaron parte de su tiempo y corazón a escribir, leer y contestar  cartas para aquellos soldados que no tenían quien se acordara de ellos: fueron las "Madrinas de Guerra". Ni tampoco soldados del Galicia que las solicitaran de forma pública como José García Monclús, Francisco Lozano Ferrer, José Tomé, Ángel Callejas, Agustín Arbiol, Bautista Tomás, Félix Campo, Antonio Garza, Manuel Ambid, y Fausto Moy. Entre ellos se establecía una relación que, sin ser necesariamente amorosa, elevaba en mucho la moral de de aquel soldado falto de unas líneas de comprensión y desahogo. Un fenómeno este, el de las Madrinas, que había surgido en la Primera Guerra Mundial y que posteriormente se implantó con fuerza en la Guerra de Marruecos.  

Si la salida de los expedicionarios era todo un ritual, no  lo era menos la llegada. Gran parte de los habitantes de la ciudad, con el señor alcalde y las autoridades militares ocupaban el andén de  la estación de ferrocarril. Los esperaba el ondear de las banderas de España y la música del Galicia que hacía sonar las notas de la Marcha Real y hacía brotar más de una lágrima a los presentes. A continuación emprendían marcha hacia la Catedral donde se cantaba un "Te deum" en acción de gracias. Más tarde, desfilaban con arrogancia, entre los aplausos que sonaban desde las aceras y balcones, aquellos soldados que habían burlado a la muerte, por las calles de Echegaray y Mayor para girar a la izquierda camino del recién inaugurado cuartel de la Victoria, llamado así, con el mismo nombre que la ermita, en recuerdo de la batalla en la que según la tradición, los jaqueses vencieron a los árabes un Primer Viernes de Mayo.
 Ya en el cuartel, el alcalde y el coronel les dedicaban unas cuartillas y, tras unos Vivas a España, otros al rey y a Jaca, volvían a desfilar ante la bandera. El acto terminaba con reparto de tabaco y dinero por parte de señoritas jacetanas y un "lunch" ofrecido para los asistentes. 

 
 Cuartel de la Victoria de Jaca. Fin de la Guerra, julio de 1927. Tres mese después: Día de la Paz, 12 de Octubre de 1927, día del Pilar (foto de 1926)

 
 
Alivio y júbilo sintieron en Jaca cuando en julio de 1927 se rindió Abd-el-Krim recuperándose el territorio anteriormente perdido. No era para menos, se había terminado la guerra y no se perdió la ocasión para celebrarlo. Fue el 12 de octubre de 1927, el día del Pilar, cuando  la población civil y la militar se unieron para celebrar la Fiesta de la Paz. Previamente, el Consistorio había invitado a los hijos de Jaca alistados en el Ayuntamiento que habían servido en África desde 1909, invitación a la que respondieron con su asistencia 100 veteranos de África.
 
 Los actos se iniciaron con un solemne "Te Deum" en la catedral. Posteriormente, hacia la 1,30 h., autoridades civiles, eclesiásticas, militares y resto de participantes, partieron en coche y andando hacia el Cuartel de la Victoria donde se iba a celebrar el banquete. 
Atonio González Izquirdo. Lareche 1925. 
Participó en la guerra de
 Marruecos como suboficial
 del Regimiento Galicia nº 19.
 ( foto cedida por Franacisco Gonzalez).


 El servicio de mesa y la comida, exclusivamente militar, se había preparado en el cuartel: vajilla con el escudo del Regimiento; cubierto y vaso de soldado, pan de munición y comida hecha en la cocina del cuartel. Se comió judías con morro y oreja, merluza a la vinagreta, ternasco asado con entremeses; postres, vino, café y licores. Todo bien guisado y abundante por 4 pesetas. Hubo discurso del alcalde F. García Aibar, versos de Quintilla,  discurso del gobernador militar general Urruela y en nombre de los veteranos tomó la palabra "Juanito" González.  Ya en los postres, señoras y señoritas repartieron entradas para los actos que se iban a realizar en el teatro de la Unión Jaquesa y que  gentilmente había regalado la Empresa del Teatro de los señores Tramullas-Prado. 
De regreso del cuartel, los veteranos de guerra entraron en la ciudad al son de airosos compases de pasodobles protagonizados por la banda de Cazadores. Prosiguieron los actos a la tarde en un engalanado teatro totalmente iluminado y con los palcos tapizados de valiosos y vistosos mantones de Manila. Los asistentes pudieron disfrutar de sesiones de cine, conciertos de música y exposición de trabajos literarios a cargo del suboficial Rafael Andolf, del sargento José García, de Antonio Arnal y de  Francisco Dumas. Se terminó la velada con el himno español que el público escuchó en pie, ahogando sus últimas notas con vítores y aplausos. Ya a la noche, y con el correspondiente permiso, los excombatientes rondaron las calles de la ciudad con cantos acompañados de música. 


Vuelta de veteranos de la guerra de Marruecos desfilando por la carretera de Francia.
Se trata de 82 soldados del Batallón Galicia 19. Un 4 de marzo de 1927.

( foto  publicada en Historia del Galicia, 450 años de historia).