MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

martes, 25 de abril de 2017

LAS REJAS DEL AYUNTAMIENTO DE JACA














Puerta de la fachada del Ayuntamiento 1917.

Esas dos grandes rejas de hierro forjado   "...fueron elaboradas por el notable herrero jacetano  Simón de Maisonaba. Cada una pesó nueve quintales y seis libras; costaron 1.062 sueldos jaqueses"(Aznárez J. Francisco , Estudios de Hª Jacetana,1960).

Juan Giménez
Nadie lo diría, pues pasa totalmente desapercibido, el excelente trabajo realizado para arropar, con una nueva verja, la desangelada ventana que quedaba a la izquierda de la fachada. Se le encar al que entonces se consideraba el mejor herrero de Jaca, el señor Ciria, quien, con fotos y medidas, en el taller del señor Sanara de la calle Joaquín Costa, realizó su trabajo. El ayudante del maestro, Juanito Giménez, me contó que se forjó en 1970 cuando él tenía 20 años: "Se hizo al milímetro, todo a mallazos, con el hierro incandescente. Para hacer un simple agujero te pegabas veinte minutos y eran necesarios unos 25 o 30 golpes así uno a uno hasta terminar la reja que se terminó al cabo de tres meses".

 La restauración de la fachada realizada en 2005, en la que desapareció el color negro con el que se había embetunado para protegerla de las inclemencias climátologicas, ha hecho que hoy luzcan las piedras en el original tono que tienen la piedras traídas de la cantera de de Santa Cruz de la Serós. Material con el que en 1544 canteros vizcaínos residentes en la ciudad, bajo la dirección de Joan de Rosellet, realizaron esta bella portada de estilo plateresco aragonés.


Casa Consistorial de estilo plateresco realizada en 1544 según reza en el podium de una de las columnas.   La fachada está como yo la conocí,  embetunada para proteger la piedra. Fotografía de Francisco de las Heras, hacia 1920. Fototipia de Hauser y Menet (Madrid). 
Con una planta menos, bajo un gran alerón de dudoso gusto, que sustituyó a su vez a otro del siglo XVIII, elemento arquitectónico inexistente en la actualidad, en la misma fachada del Ayuntamiento, unos niños se divierten. Para ellos, los elementos arquitectónicos de la Casa Consistorial no son más que uno de sus habituales teatros de operaciones. 

A cuatro de ellos les parece suficiente subirse a los bancos de piedra, a un quinto eso le parece poco divertido y se sube al podio de una de las columnas para abrazarla; los dos restantes, más atrevidos, encaramados a las verjas de las ventanas, parecen más satisfechos contemplando la escena a mayor altura.

Pocos niños de Jaca habrán resistido la tentación de hacer algo semejante cuando se acercaban por esa Casa a ver a sus Majestades los reyes Magos o esperaban impacientes la salida de gigantes y cabezudos. Así, por lo menos, lo hicimos la chavalería que pertenece a mi generación, pues complicando un poco más la diversión, intentábamos, con las rodillas flexionadas y con las manos cogidas a esos hierros, avanzar através de los 14 barrotes de la verja llegar al otro extremo de la ventana. O sencillamente dar una "pintacoda" o trepar hasta el último barrote donde podíamos colocar los pies. 
Creo que esta forma de hacer el "mono" es  una de esas costumbres en las que el tiempo  parece no haber hecho mella. Eso, al menos, he pensado cuando leyendo un artículo de Alejandro Dumas, en un viejo periódico jacetano, el "AYER Y HOY", de junio de 1949, este decía al llegar a Jaca tras una breve ausencia:

"...  mucha gente me encontré, más ni a una cara conocida. Al llegar a la Casa de la Ciudad, en la fachada, en cuyas rejas de la fachada tantas veces hice gimnasia de chico, fui a encontrarme con el sereno….” 
  
Tras leer estas líneas, no pude por menos que verme reflejado, y de paso reflexionar un poco sobre el asunto.
Sin saber muy bien el porqué, de una manera instintiva, cuando mi hijo tenía unos cuatro o cinco años y pasábamos por esa puerta, le animaba y ayudaba a que intentara hacer lo mismo que yo había hecho a su edad. Así, poco a poco, vi cómo mi hijo progresaba en el intento de recorrer con sus pequeñas manos, uno a uno, los  barrotes de las rejas  de una de las ventanas. De esta manera, "su ventana y su reja" se  fueron transformando para él en un columpio más de la ciudad. Habrá pues que concluir que, gracias al poder magnético que sin duda poseen, esas rejas habían logrado atrapar para la tradición a una nueva generación.

Foto en color de 2017. Entre las dos fotografías ha pasado aproximadamente un siglo. La Casa Consistorial luce con un espléndido aspecto. Ha aumentado la altura del edificio con una acertada restauración; se ha añadido una nueva verja a la ventana que casi hace esquina con la calle Ramón y Cajal y también ha aparecido un tercer "Banco". Un "Banco" que, a pesar de poderse calificar como  de "recién-llegado" y de  no ser  precisamente para sentarse, probablemente sea más conocido que los de piedra.

Y de paso he descubierto que la inevitable costumbre de vover la cabeza para clavar la mirada en los bancos y en las rejas cada vez que paso por allí, en realidad, estaba originada por una  fuerza muy poderosa. Un imán que ha sido cargado con la energía de miles de chavales que desde siglos vienen haciendo las mismas "monerías" y que, como yo, han crecido sintiendo que las rejas de esas ventanas también son algo suyo, algo que, de un chispazo, ilumina y despierta a una neurona ya gastada para decirles:¡muchas gracias, amigas!

De palique y cotilleo,  allá por 1900.




Dicen que cuanto más avanza el hombre hacia la vejez más va pareciéndose a los niños. Así que creo adivinar que la querencia que tienen a sentarse en esos bancos algunas personas mayores, en parte, no es otra que la de volver de forma incosciente a un lugar que les resulta doblemente agradable.
 Así, en los días de diario, en esos días en los que la ausencia de turistas hace más grande la calle Mayor, y en los que, como un goteo, se va echando en falta a aquellos paisanos que ya no la recorren, es cuando ese banco recobra su esencia jacetana. Allí, ayer como hoy, he ido viendo cómo han ido desapareciendo e incorporándose de nuevo a esa tradicional costumbre aquellos paisanos a los que ya les apetece más sentase que pasear. Allí, en esos bancos, bajo las rejas, he visto caras que antes campaban por todos los lugares de Jaca, y que ahora pasan sus buenas horas saludando a conocidos, que van calle arriba calle abajo, con la esperanza de coger un par de  "capazos" que les alegren la
 mañana.



Primero por la izquierda, Esteban Ausens. (fotofrafía cedida por Pedro Juanín)





El primero por la dercha, Pepe Morer. (  Fotografía, Ana Artillo, 2017)

 En este sentido, y por tener el recuerdo todavía muy reciente, me acuerdo de una de las personas a las que hasta el año pasado solía saludar con cariño cuando salía de "Ibercaja", o venía del bar "Pirulo" para dirigirme al de mi amigo "Michel" a echar el "arranque". Me estoy refiriendo al señor Esteban Ausens, que fue conserje del Casino Principal y primer concejal responsable del Club Hielo Jaca, cuando nos  acompañaba a Sansebastián en aquellas primeras andaduras del Club. De la misma manera, empieza a ser un fijo de esos asientos el señor  Pepe Morer, buen bailarín y maestro donde los haya en la talla de la madera, quien, tras pasearse por la Cantera, hace una pausa obligada en esos asientos antes de dirigirse a la Fontana para echar un vino envuelto en anécdotas y conversaciones, rodeado de caras y amigos jacetanos entre los que me encuentro.