MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

martes, 12 de agosto de 2014

SAN LURE - 2





Capítulo 2º
La figura de D. Fermín Díaz
 (su constructor)

  







     La villa de San Lure fue fruto del empeño de un jacetano tenaz y emprendedor, D. Fermín Díaz (1846-1926), casado con María Pradas Escartín (1844-1909)


   Desde 1892, ambos son usufructuarios de estos terrenos, por fallecimiento de Pascual    Pradas, cuyos herederos  serán sus hijos Pio y Dolores Díaz Pradas.

 María Pradas y Fermín Díaz



 No fue D. Fermín un jacetano que pasara desapercibido para sus paisanos en una ciudad que apenas alcanzaba los 5.000 habitantes, y más si tenemos en cuenta algunos rasgos de su personalidad: inquieto, emprendedor, viajero, generoso, de fuertes convicciones republicanas, masón, industrial, comprometido con la política local y profundamente católico.

D. Fermín Díaz Gómez  delante del chalet de San Lure

      Era fácil verlo por Jaca, en su coche tirado por su yegua “Pati”, con el que con frecuencia se acercaba hasta su finca de Miramón (Sigüés) o haciendo excursiones a lugares más lejanos como el Roncal. Campechano  y generoso, no dudó en dejar su coche para trasladar a los heridos al hospital  en un incendio que tuvo lugar en la Casa del Amparo, de la misma manera que regaló un órgano para la iglesia de Loarre, donde el matrimonio tenía parte de su extenso patrimonio. También dejó muestra de su hospitalidad y talante democrático cuando Alfonso XIII, el 3 de septiembre de 1903, visitó la ciudad de Jaca.


D. Fermín frente al invernadero                               Misma toma en 2014


Se dio el caso de que  las autoridades de Jaca se vieron en la necesidad de prestarle al rey un buen mulo, el mejor, para que el rey  subiera a San Juan de La Peña. Y ese mulo, paradójicamente, era propiedad de D. Fermín, un declarado y convencido  republicano. ¿Accedería D. Fermín a tal petición? ¿Sería prudente hacerla?, pronto se disiparon las dudas. Cuando le llegó dicha solicitud a D. Fermín, contestó, no sin cierta ironía: “Puede usted asegurar a su majestad que irá en este mulo como en su propio trono”.

 Relacionado con el mundo de la cultura de la ciudad, participó como administrador de “La abeja del Pirene” (1870), semanario científico- literario de intereses locales y de avisos, con el lema “Cultura, moralidad y trabajo”; de la misma manera, entre sus amistades contaba  con la del ilustre aragonés D. Joaquín Costa, quien  pasó más de un verano en la flamante villa de San Lure.



Fue miembro activo de la “Logia pirenaica Central” en la que  también figura su hermano Manuel Díaz Gómez, por aquel tiempo,  médico en Tiermas. Fue el primer jacetano al  que se le comunicó, mediante telegrama particular,  que el gobierno francés había aprobado, de manera definitiva, el ferrocarril de Canfranc, noticia que no tardó en publicar, para todos los jacetanos, el Pirineo aragonés del 9 de diciembre de 1883.

    


 Como era frecuente en esta época, como acomodado comerciante y propietario, fue teniente de alcalde en la primeras décadas del S.XX, en aquellos consistorios elitistas que solían gobernar la ciudad, de la misma forma que lo había sido anteriormente D. Pascual Pradas, padre de su esposa María.

      Pero donde más mostró su inquietud, sus dotes como innovador y moderno empresario, fue en su doble faceta de comercial e industrial. En efecto, debajo de los porches de la actual plaza de la Catedral, entonces de la Constitución, en el nº2, tenía una tienda de quincallería en la que vendía los productos más novedosos de la época: perchas de hierro, palanganeros, telas impermeables y un elemento imprescindible y que era el único ajuar con el que llegaban muchas parejas de novios al matrimonio: la “cama”, pero, en este caso, también a la última moda, pues se trataba de una cama de hierro que podía ser pagada en cómodos plazos de diez reales semanales.



Pirineo Aragonés 1885
  En la calle del Obispo nº 16, es donde D. Fermín tuvo su fábrica de aguardiente y de licores y donde incorporó el "complicado" material, que, el 13 de abril de 1884, recibió  desde París para instalar su fábrica de gaseosas y agua de seltz, amén de vender la mejor leche de burra, muy apreciada por sus propiedades terapéuticas: remedio contra la tisis,gripe,afecciones pulmonares, infecciones intestinales, laxante, beneficiosa para la piel, etc. además de vinos, anises, y cervezas de calidad superior.


Diploma de Honor, (París 1889)
Convencido de la valía de sus productos, no dudó en viajar y participar en la Exposición Universal de París de 1889 , donde, además de visitar Versalles, pudo observar lo que en ese momento  era la muestra más novedosa de la arquitectura y de las posibilidades del hierro como material de construcción: la flamante   torre Eiffel, realizada para conmemorar el centenario de la Revolución francesa y que probablemente le inspiraría para construir en su jardín una pequeña torreta observatorio, también de hierro, con forma piramidal y montada a base de remaches.



Medalla  EXP. Aragonesa (1885-1886)
En esta Exposición obtuvo un diploma de honor de la República francesa por sus vinos y licores, galardón que se unía a los ya conseguidos en la exposición de1885-86, celebrada en Zaragoza, donde la Real Sociedad Argonesa de Amigos del país le había concedido una  medalla de 2ª clase por varios licores y una medalla de 3ª clase por sus anisados y licores, así como la obtención de medalla de plata en vinos añejos en la Exposición  Universal de Barcelona  de 1888.



    
 
Medalla de plata EXP. de Barcelona (1888)
Tenía ya 50 años, en 1896, cuando obtuvo, por real orden, autorización  para edificar en nombre de sus hijos “una casa de planta baja y poner en la misma  árboles frutales” (EL Pirineo Aragonés), en el terreno que ocupaba el montículo de San Lure. Pero su mente iba algo más allá, pues ante la incredulidad y asombro de sus paisanos, decidió transformar ese secarral que era en esos momentos San Lure , situado al oeste de las  murallas de la ciudad, en un auténtico vergel, obra que le llevaría 2 años y que terminaría en 1898; esto significó  la  aparición del primer espacio de importancia transformado por el hombre fuera de las murallas de Jaca, a excepción de la Ciudadela, construida en el siglo XVI.


No era D. Fermín un hombre al que le asustaran los retos. Porque transformar ese bloque  de piedra de salagón, sin agua y escasa vegetación, lo podía ser para otro , pero no para él, pues ya había mostrado esa determinación y compromiso en empresas de altos vuelos.
 En efecto, en 1883 ganó una subasta de obras, ante la dura competencia de empresarios foráneos: Astigarraga, Torres, Gaso, y Colomé, por una cantidad de 231.699 pesetas (después de haber hecho una rebaja de más del 18% del presupuesto de la contrata) para  realizar las obras del Canal que traerían la tan esperada  agua a Jaca.


D. Fermín en la cascada del jardín            y         Misma toma de la cascada 2014

  No es de extrañar, pues, que, a base de dinamitar para acondicionar la parte superior del monte de San Lure, de  desgajar la roca para que pudieran penetrar las raíces de los árboles, de llevar innumerables carretadas de tierra y de realizar una  deriva del Canal, que por tubería de hierro subió a lo más elevado y se desparramó en 53 bocas de riego, no solo consiguiera el agua necesaria para las plantas y el huerto, sino que realizase estanques, fuentes y hasta una pequeña cascada, para dar vida a uno de los jardines particulares e  históricos más importantes de Aragón.


              “ INCREDULORUM CONVICTIONI 

          ET VIATOTORUM COMMODO”

          “Para convencimiento de los incrédulos y comodidad de los viajeros”


Parte del pequeño folleto donde el notario José Mª Bandrés, en 1911, resumía el titánico esfuerzo que a su juicio supuso la construcción de la la finca de San Lure



     En el punto más alto de la finca, a 812m. y en el lado oeste, construyó un bonito “chalet”, cuyo nombre, por uno de los lados  de la fachada, nos revela la verdadera razón de ser de la finca, pues  al nombre del monte, San Lure, le añade el de “Villa María”, su esposa.



Chalet de "Villa María"
Profundamente enamorado de ella, quiso D. Fermín que María tuviera un lugar más saludable para pasar largas temporadas donde reponerse de su delicada salud y encontrar alivio a sus constantes dolencias.









D. Fermín en la entrada del Chalet 
Por otra parte, tampoco  nos debe de extrañar que le buscara un lugar fuera de las murallas,  si pensamos que Jaca, en ese momento,  estaba saliendo, gracias a la llegada del agua y del alumbrado ( 1892),  de una infraestructura casi medieval:  de candiles y quinqués, de diligencias, de agua de pozos y  sin alcantarillado para aguas fecales. 








Frente sur del chalet

Además,  sus habitantes  tenían verdadera obsesión y  pánico a los brotes de cólera. Razón fundamentada, puesto que se habian dado brotes de cólera entre los años 1884/86. En 1886 se había declarado lazareto en Anglasé (Canfranc), y en 1890 hubo epidemia en Jaca.







Glamour en la Belle époque jacetana en S. Lure
Con este  panorama, y  con la fe que se tenía en aquellos tiempos en “tomar los aires”, San Lure  representaba  un auténtico balneario  para Dª María Pradas Escartín, la cual no tardaría mucho en convertirse en el alma  de aquella Finca, hasta  tal punto que, posteriormente, muchos de sus visitantes seguían viendo, en aquellas flores y jardines, el espíritu de quien dicen que tenía una bondad y una amabilidad exquisitas.
D. Fermín con su hija Dolores





Balcón gótico de la casa de D.Fermín Diaz,
  casa que fuera de los Santa Fe y
posteriormente del Merino 


Perspectiva del balcón desde
 la lonja de la catedral
Desgraciadamente, Dª María tan solo pudo disfrutar esa finca- jardín durante 11 años, pues falleció en 1909. Cuentan que D. Fermín, desde esa fecha, no volvió a ser el mismo, y que, para aliviar su pena, adquirió como costumbre sentarse en  el balcón de su casa, desde el que podía ver la Lonja de la Catedral, para enterarse, de primera mano, de los jacetanos que fallecían, con el objetivo de no perderse ni un solo  funeral, fuera quién fuera el difunto, y que  fue su costumbre, hasta el fin de sus días, acudir a   la Catedral para dar  el más sentido pésame a los familiares de los fallecidos. Era una manera, su manera, de sentirse cerca de los que, como él, habían sufrido la pena y el dolor por la pérdida de sus seres más queridos. 




Entrada de  acceso a la finca por la parte este,
 con rosales a modo de arcos triunfales


Misma panorámica  hoy día:  (2014)




sábado, 7 de junio de 2014

PLAZA CORTES DE ARAGÓN (ANTIGUA CALVO SOTELO)


                                              


ÚLTIMA REMODELACIÓN DE ESTA PLAZA







 1905. Entrada por poniente a la plaza de Cortes de Aragón. (COL_ALLBER. Fototeca, DPH) 


Todavía no había adquirido la categoría de plaza. Por el lado lado sur, ausente de construcciones, nada la protegía de aireras y venteloras. Con frecuencia solía verse ocupada por los seminaristas que salían a jugar y a pasear desde el antiguo seminario que quedaba a menos de 100 m, en la confluencia de la calle del Carmen con la calle Mayor. Sin embargo, era bastentante frecuentada, pues desde ese punto arrancaba lo que se conocía como Paseo de la Muralla, en dirección sur, por detrás de la Misericordia y de la iglesi del Carmen, hacia el Portal de Baños, dejando a la derecha la vaguada sobre la que se construyó el cine Astoria. 
En la fotografía un día de feria.  Se había estipulado desde 1887 que con la finalidad de evitar la aglomeración de ganados en el Campo del Toro se situaran los distintos tipos de ganado rodeando la muralla. En este caso, el ganado lanar y cabrío, en el espacio que corría entre la puerta de San Francisco y el Torreón de la Moneda ( hoy plaza de Cortes de Aragón). Observese a la izda. el Torreón de la Moneda y a continuación el lienzo de la muralla que en ángulo de 90º, giraba hacia levante, para discurrir hacia el Portal de Baños.

1927.  Miguel Primo de Rivera en el espacio que hoy ocupa la Plaza. Salia del teatro Unión Jaquesa para dirigirde a colocar la primera piedra de la  Residencia Universitaria de Zargoza en Jaca. Fotografía de Juan Domínguez. 

 
 
 
Nunca se sabe dónde está la sorpresa. Tomándome una caña, periódico en mano, en la terraza del bar Ulzama, me ha dado por bajar la cabeza y he visto algo raro en una de las piedras del suelo.
 

VILLA BAGATELA O CHALET DE LOS ARAUJO AL FONDO A LA IZQUIERDA, LAS DOS TORRECILLAS DE LA TAMBIÉN DESAPARECIDA "CASA NAVARRO"
 Me levanto, me doy una vuelta por la plaza, y veo que está toda llena de esas piedras raras. Y  me he dicho a mí mismo : ¡Vaya!, ¡La de vueltas que da la vida!. De repente, me han venido a la cabeza algunos trajes con los que se vistió esta plaza. 
 VILLA BAGATELA, INVIERNO DE 1975




Me veo sentado en lo que fue la verja de un bonito chalet (que yo conocí como el de los “Araujo”, pero que en realidad se llamaba “Villa Bagatela”)  disfrutando de la sombra   de  sus árboles, que  sembraban el suelo de castañas pilongas.


1935. Celebración del Primer Viernes de Mayo en la Plaza de la República. Como una novedad, y en un  intentó de dar más prestigio a la figura del Conde Aznar, se presentó a caballo, vestido de época, con un palafranero y cuatro pajes.(fot. de Regina Sánchez, hija del conde)  

 También estoy viendo cómo han ido cambiando las formas y los tamaños de las fuentes de la plaza. La primera que habitó el espacio que unía el Paseo de la Muralla (antigua cabañera) con la Puerta de San Francisco fue un préstamo de su vecino de enfrente, el paseo de  Alfonso XIII. Por lo visto, a este  parque ya le sobraban fuentes y arbolado y no le importó aliviar la sed de un  desértico suelo que se urbanizó en 1932 para pasar a llamarse Plaza de la República, y en 1937 Plaza de Calvo Sotelo.

Misma plaza 1929/1930. El replanteo del jardincillo 
se realizaría en 1930 por Sr. Gazulla, jardinero del
Ayuntamiento de Zaragoza, que estaba realizando trabajos
en la Universidad de Verano.

  
 

Desde entonces, y hasta los años setenta, la solitaria y bella fuente de trazo modernista, con doble caño y pilas, pronto iba a ver crecer los brotes de los jardincicos con flores, que custodiaría por unos largos años, al paso que mitigaba la sed del paseante. 

 Con posterioridad, y tras "enterrarla" sin saber por qué ni dónde, a esta fuente le siguieron otras mas recientes que, con mayor o menor acierto, han ido imitando a estanques naturales. 



Anterior ubicación



                                                Cierro los ojos, los abro de
FUENTE DE PILA Y CAÑO, HACIA 1940. 
Foto F. de las Heras
nuevo y  veo  la plaza vestida de otra manera:  aparece ante mí una casa hecha a base de costeros barnizados: “La Casa de la Pradera o La Ponderosa”  la llamaban algunos; en su momento una conntrucción "moderna", "atrevida", con  la que Jaca reafirmaba su vocación turística y que fue sede  de la antigua oficina de Turismo. 




"LA  PONDEROSA", AÑOS 60


Entonces, la plaza estaba rodeada de taxis y con  ellos un taxista  muy especial par mí,   un excelente músico que, entre cliente y cliente, desde el interior de su Renault Gordine, de color beige, amenizaba las tardes de siesta con su violín  o su saxofón: era Andrés Sánchez, con el que tuve el placer de compartir “cartel” amenizando  el baile en las fiestas de Ascara, allá por el 1968.
PARADA DE TAXIS PRINCIPIOS DE 1970


Pago al camarero, me levanto, me dirijo hacia la antigua calle del Teatro, me paro en el escaparate de una tienda de deportes. Y me pregunto si no era justo allí donde estaba la puerta del Teatro de la Unión Jaquesa.

PLAZA Y TEATRO 
Avanzo hacia el interior de la tienda y "veo" el antiguo bar del teatro, al taquillero, las butacas de madera, la cortina de pipas que caía desde el gallinero, el anfiteatro y el palco,  al que no nos dejaban entrar, pero, sobre todo, me veo subiendo unas escaleras por la parte de la derecha hacia el lugar más divertido del teatro: el “gallinero”. Desde esos bancos de madera que se disponian en semicírculo, impacientes por que terminara ese tostón, que llamaban No-Do, devorábamos las películas de Tarzán, Maciste el Coloso, Ben-Hur etc.,  interrumpidas  de vez en cuando por algún pataleo sobre la tarima, al que seguía el grito de ¡acomodador!, ¡acomodador!, tras el cual aparecía la luz de su linterna, que conseguía, en el acto, un silencio sepulcral.

TEATRO UNIÓN JAQUESA
 De vuelta, por la acera de la derecha, casi en el rincón  de la plaza, me paro ante una pequeña y vieja casa cuya pared parece caerse a trozos, con dos  ventanas y  una puerta, que piden a gritos una mano de pintura, para reponer su color original, y casi estoy a punto de entrar a  saludar a mi viejo amigo, el zapatero Gómez , Manolo, el zapatero más “pincho” de Jaca. ¡Qué personaje, ese  zapatero remendón de los de antes! Siempre alegre y dicharachero, con el sentido común, con mayúsculas, como título académico, con respuestas para todo, y, por supuesto,  sin que hubiera zapato que se le resistiera. Igual  ponía unas tapas que les hacía un cosido remendón  a aquellos zapatos cansados de dar patadas al balón,  y que él conocía como si fueran de la familia. Te los devolvía con una amable sonrisa  y siempre con la misma frase: “Toma, Potente, aquí los tienes, brillantes como los chorros del oro”, o "a quí los tienes, te he puesto unas potentes  suelas  maravilla criatura."
Pero los chavales como yo no lo admirábamos por su trabajo, lo que nos impresionaba eran sus brazos, sus potentes bíceps. Había sido aficionado al boxeo y tenía colgado del techo un  pequeño saquito de arena al que, en sus ratos libres, sacudía mamporrazos, al tiempo que lo  rodeaba dando pequeños saltitos, e incluso hacía una exhibición de  su manejo de la comba.

2016
 No sé cómo se las arreglaba, pero de allí salías  con los zapatos arreglados, admirando su deporte, su agradable conversación, su trato cariñoso y siempre con el saludo y la despedida  de rigor: "!Hola, Potente!  ¡Adiós, Potente!".
Han pasado ya cuatro años desde que se nos ha ido el gran Manolo. Los útimos días, ya jubilado, se los ha pasado recorriendo los alrededores de Jaca andando sin parar. Una de sus vueltas favoritas era la de la Cantera que empalmaba con el camino de Mocorones. Lo hacía a un paso ligero tremendamente endemoniado. Era como si quisiera resarcirse por tantos años como había pasado sentado, entre las cuatro paredes, en aquel pequeño local oliendo a cuero y betún. Primero se ha ido él, y ayer se espaldó el tejado de la casa. No sé que nuevo destino tendrá ese solar que había tenido como cimiento la muralla medieval de la ciudad. Lo que sí sé es que, aunque sea más nuevo, para mi no será más bonito porque con su desaprición también se han sepultado los recuerdos de mi infancia.



Cecilia Lapeña, Años 70.

ENLOSADO CON ICNOFÓSILES
Continúo rodeando la plaza entre abetos y sauces llorones, y sigo mirando al suelo, volviendo a observar esas “piedras tan raras” con las que han hecho el nuevo piso de la plaza  diciéndome: ¡Esto sí que  es un enlosado de época!, ¡pero no de cualquier época!, nada más y nada menos que del Eoceno, de unas losas sacadas del lecho marino, que las pisadas de los peatones  se encargarán de desgastar poco a poco, haciendo desaparecer las huellas petrificadas  o icnofósiles, que unos bichitos dejaron, cuando iban en busca de comida, hace unos cuarenta millones de años. Y , !mira por dónde!,  descubro que esos adoquines de la calle Mayor, que siempre se habían sentido orgullosos y habían  presumido de ser los dueños de las calles de Jaca, tienen unos nuevos vecinos a los que no  pueden llamar forasteros.


ACTUAL PLAZA DE LAS CORTES DE ARAGÓN, 2015







lunes, 5 de mayo de 2014

TARDES POR EL RÍO GAS (años 60)






Fotografía de Jesús Bretos
                       
 La ciudad de Jaca está situada en una elevación bajo la cual discurren tres ríos: el Aragón, el Gas y el Argent. Los dos primeros son conocidos; no lo es tanto el riachuelo que se llamó río d´Argent, barranco de Membrilleras, ya que pasa desapercibido  porque fue encauzado y ocultado  hasta su desembocadura en el río  Gas, junto con sus puentecillos, cuando se hicieron las nuevas urbanizaciones. Discurría de norte a sur, cercano a la desaparecida ermita de S. Juan y  a tan solo un tiro de ballesta de las murallas de Jaca.
Esta situación privilegiada, a la salida del paso que abre el río Aragón por los Pirineos, con abundante agua y amplios llanos para el cultivo, explica el nacimiento de la ciudad en dicho lugar y su prolongada  actividad hasta la actualidad. Jaca complementaba  su defensa natural con unas férreas murallas, construidas en el siglo XI , de  un perímetro de 2.312  “varas”, con 23 torreones y 8 puertas,  que permanecieron en pie hasta el 1915.



Foto de F.J. Parcerisas (1844)en la que se aprecia el Portal de las Monjas (Puerta de S. Ginés) las murallas en pie y el pequeño  puentecillo del arroyo de d´ Argent ( Pontarrón de los Frailes)

 El río Gas nace a unos 10 km. al este de Jaca  y desemboca en el río Aragón, pasado Jaca , en la Botiguera, a  unos 5 km. al oeste. El nombre del río , Gas , siempre me pareció algo extraño, si atendemos al significado etimológico de la palabra ”gas”. Por un momento, por aquellos caprichos del destino, casi creí resuelto aquel enigma cuando, allá por  los años 70, se realizaron prospecciones petrolíferas justo en el nacimiento del río, y encontraron un yacimiento con importantes bolsas de gas natural
(1978 primera extracción de gas). Pero tan solo fue eso, una mera coincidencia, pues este nombre prerromano, nada tiene que ver con los "gases" de nuestro idioma. 
Al río  Gas, hermano menor del Aragón,  que para las generaciones actuales no goza del protagonismo que tuvo en la década de los 60 y 70, es a la que le quiero rendir este pequeño homenaje. Hoy  he pasado por su orilla derecha y lo he encontrado totalmente irreconocible. La construcción de un enorme muro  ciclópeo, de unos 2 kilómetros de longitud, que haría las delicias de los arqueólogos si se lo encontraran por Escocia, ha invadido y destruido de un plumazo toda la orilla ¡Qué barbaridad!  ¿Cómo podemos consentir los jacetanos ponerle semejante corsé al río y privarnos no sólo del disfrute de sus bondades, sino incluso de sus recuerdos? 


Muro  construido sobre la orilla derecha del río Gas.



     El río Gas, o como lo recuerdo yo, una especie de playa para los habitantes de la parte oriental de Jaca (Barrio de S. Juan, calle de S. Nicolás, Población, Placeta del Pez, Ferrenal, Las Cambras etc.) era un lugar donde, los domingos, las familias y la chavalería nos juntábamos  para pasar el día entre sombras de viejos chopos y “salzeras”, y para bañarnos en un agua relativamente cálida, si la comparábamos con la del río Aragón. Allí, nuestros padres, bota de vino en mano, sacaban  las   fiambreras, ensaladas, tortillas de patata… y las colocaban  para comer sobre una mesa improvisada, hecha con una manta marrón decorada con un par de rayas blancas, que nosotros llamábamos de “soldao”, por ser las que utilizaba el ejército, y que no solían faltar en ninguna casa ya que era una  especie de tributo que los mozos  se cobraban al finalizar la mili. Era, salvando las distancias, lo más parecido que yo recuerdo a esa paz y  relajamiento  con los que Seurat pintó a sus  paisanos parisinos en el cuadro “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte”. Con la salvedad  de que la semana para nuestros padres seguro que había sido mucho más dura. Todavía no había llegado la “semana inglesa” y, en el mejor de los casos, se trabajaba hasta el  sábado a las 13h. 



Foto del Portal de las Monjas y de los caminos que conducían al río Gas  hacia el 1910. Está tomada desde la curva  de la carretera que conducía a Sabiñánigo,  junto al  terraplén de margas azuladas al pie de la Corona de los Cuervos.

Otra cosa muy distinta era los días que hacíamos “facha” (no asistíamos a clase) y lo cambiábamos por bajar al río  a bañarnos, cuando llegaba el buen tiempo. Intentábamos huir del aburrimiento de  aquellas pesadas tardes que pasábamos en el Grupo Escolar trabajando en los evangelios: enmarcábamos un cuadrado, en cuyo interior se solía repetir un ojo de Dios, rodeado a su  vez por un triángulo, y terminábamos copiando, con plumillƒa y a tinta china, el resto  del evangelio en la hoja del cuaderno, como si de los monjes de San Juan de la Peña se tratara.






“Sopetas” flor blanca de las acacias

 La bajada al río, por el antiguo camino del Portal de las Monjas  o por la actual avenida del Voto de S. Indalecio,  la hacíamos pasando por el Pontarrón de los Frailes, un puentecillo sobre el riachuelo d´Argent (Membrilleras), cercano al punto donde convergían los dos caminos citados; marchábamos  sin perder de vista los árboles frutales  de la huerta de Galindo, Villa Ramona, los dos cerezos que había en la Corona de los Cuervos, justo encima de unas margas azuladas de la curva de la carretera de Sabiñánigo,  y comiendo todo tipo de frutos silvestres que nos brindaba la naturaleza que poblaba dicho camino: “sopetas” de las acacias, arañones, manzanetas, “panetas” o “panecicos”, moras,  "chordones", etc. era una forma más de entretenernos, pero también una manera de aportar energía a unos cuerpos que no “paraban quietos” ni un momento.
Cruz albardera (dibujo de Rafael Margalé)
Tras pasar la huerta de Dámaso y la Cruz Albardera de hiero colocada sobre una base de piedra y un  pilón cilíndrico, continuaba el camino hacia el río  por una recta, con el campo de Gastón a la izquierda. 


Este nos  conducía rectos hacia el puente de La Lana.
Justo al girar a la izquierda, ya viendo el río, el humo  y  el olor de los calderos de los habitantes del puente nos avisaba de que ese territorio también pertenecía a otros: los gitanos.



 “Panetas” o “panecicos” frutode la “malva sylvestris”

Las badinas (así llamamos por Jaca a las pozas de los ríos) más frecuentadas eran las del Muro, la Bomba y el Cañón. La primera estaba a la derecha del puente de la Lana y las otras, a la izquierda de dicho puente. La más cercana, la del Cañón, tras una curva que describía el río, junto a un murete de hormigón en diagonal, era, por así decirlo, la “piscina” de los pequeños o de aquellos que no sabían nadar. La verdadera, la que cubría, en la que aprendimos a nadar a base de cruzarla buceando, en la que nos  podíamos lanzar  de cabeza, en la que uno no podía fingir que sabía nadar, porque de lo contrario  se  ahogaba, era la de la  “Bomba” ya que, en su parte central, podía alcanzar hasta tres metros de profundidad.
Restos de la” badina”   de La Bomba

No recuerdo llevar toalla, ese fue un invento que vino mucho después, con la nevera y los yogures. ¿Cómo nos secábamos? Pues muy fácil, de la misma forma que hoy secan los coches en los túneles de lavado, pero sin echar moneda, “encorriéndonos”, haciendo carreras al viento y al sol y lanzando piedrecitas planas a la badina para hacer “la rana”, con el objetivo de conseguir que dicha piedra diera todos los saltos posibles  sobre el agua. 
Tampoco era raro lo de bañarse en pelotas, era mejor eso que llegar a casa con los calzoncillos mojados y delatarnos ante nuestros padres. Ellos hubieran deducido enseguida dónde habíamos pasado la tarde. Los sábados ya era otra cosa, bajábamos un poco más equipados, con nuestro kit que diríamos hoy, y que, por cierto, era muy sencillo: chanclas y bañador (nada de merienda). El lujo más grande eran las chanclas de plástico blanco que nos permitían andar por el río sin que se nos clavaran los pies por las piedras, además   de evitar los resbalones en esa especie de musgo verde que nosotros llamábamos “pan de rana”. El bañador era largo, casi nos llegaba hasta las rodillas, casi siempre azul marino, de tela, (el “meyba” lo estrenaríamos  años más tarde en las piscinas municipales) y  que al mojarse pesaba tanto, que continuamente nos lo teníamos que estar subiendo.



“Zapatero” “Guerris Lacustris”
La fauna del río no la tuvimos que aprender en ningún libro: barbos, madrillas, cangrejos americanos de repoblación, sapos, ranas (cabezones y renacuajos), “zapateros”,  “helicópteros”, mariposas, culebras, hormigas rojas, avispas, tábanos etc. Estos tres últimos eran nuestros  más  encarnizados enemigos. Los tábanos nos picaban y chupaban la sangre  a traición, a lo “somarda”, en silencio nos apretaban un buen  mordisco y  aunque con la otra mano los  intentábamos chafar, casi siempre era  demasiado tarde , esos vampiros ya se habían cobrado su presa. Las avispas eran más nobles, la oíamos y nos poníamos en guardia, y, aun así,  el que más  y el que menos se tuvo que poner barro en la piel, sobre la  inflamación, como remedio para mitigar el dolor. La mordedura  de las hormigas rojas, menos frecuente, era muy amarga y escocía muchísimo, pero pronto aprendimos a no dejar la ropa sobre sus hormigueros y a percatarnos de que no  se había colado alguna entre los pantalones o la camiseta.






“Helicóptero”: Libélula tigre
¿Y la flora? Sería excesivamente largo enumerar la cantidad de especies que poco a poco íbamos grabando en nuestro cerebro, pero voy hacer alusión a las que más recuerdo asociadas a  estas tardes de río: las ortigas, los dientes de león, los pámpanos, los rosales  y la  “tabiquera”. A las ortigas les teníamos pánico, ¡cómo picaban las condenadas!, las reconocíamos al instante, pero siempre había un momento de despiste y ¡zas! sentíamos una quemazón, un fogonazo,  tras el cual uno se quedaba bien amargo. No sabíamos que en realidad no eran tan malas, pues es la manera que tiene dicha planta  de defenderse. ¿Quién me iba a decir que esa planta, a la que temíamos tanto, es una verdura comestible? Está descrita en cualquier manual de supervivencia y, sin ir más lejos,  en la guerra de la ex Yugoslavia de 1991-95  sirvió para paliar el hambre de los soldados. ¡Qué pena no haberlo sabido! El diente de león y su líquido lechoso que empleábamos para quitarnos las verrugas; los pámpanos que surgen del brote verde  y tierno de alguna parra y los tallos tiernos de los rosales una vez pelados, ambos eran comestibles. La "tabiquera" era una especie de liana, muy abundante en la orilla del río, muy porosa y con un agujero en el centro, que una vez seca,  la utilizábamos para fumar. Fueron nuestros primeros cigarros , con los que aprendimos a tragarnos el humo, eso sí, a costa de soportar en la lengua un fuerte picor que disimulábamos, por aquello de hacernos  el hombre.
Aparte del baño con aguadillas, de las carreras y de las “pintacodas”, los entretenimientos más frecuentes eran la pesca  con un palo  o caña, hilo coco, corcho, plomos, anzuelo y lombriz,  y la captura de ranas. Lo de las ranas lo encontrábamos más divertido porque era un enfrentamiento de pillo a pillo.
Chavales junto a la curva de la Carretera de Biescas. Justo allí, se encontraba el barranaco de Menmbrilleras entre la huerta de Lisardo y Antonino.(F. Jesús Bretos)


Las ranas, al vernos, saltaban al agua, solían esconderse en el “musgo  de río”,  y era cuestión de esperar a que la nube de polvo que había hecho en su desplazamiento se aclarara, par cogerlas con la mano; claro que, de vez en cuando, no se podía evitar que lo que sacáramos  fuera una culebra. Al respecto recuerdo la anécdota que me ocurrió  con un señor  al que llamaban el "Maño", famoso por su pericia en este arte de coger ranas, y  al que un día le dije: “Oye,  Maño, ¿tú cómo haces par coger medio saco de ranas cada vez que bajas al río?”  Y de forma pausada y con cara seria, me contestó: “ Mira, “mozé”, yo me pongo la gorra al revés y las tontas de las ranas piensan que me voy; es en ese momento, justo en ese momento, cuando yo aprovecho y atrapo con mis manos  a las  confiadas ranas”.  Esa respuesta me hizo dudar, pero pronto comprendí que su gracia e ingenio era propia de alguien que sabía lo que se llevaba entre manos y  que explicaba de sobras su éxito en dicha empresa. 


Las ranas, a  pesar de ser un  excelente comestible, no las probé nunca debido a que una vez, al limpiarlas para cocinar en casa de mi vecino Quico Covarrubias, ya sin piel, fui a echarles la sal y  sus músculos se empezaron  a mover como impulsados  por un motor eléctrico, de tal forma que parecía que la rana volvía a la vida. Fue tal mi asombro y susto que jamás me atreví a probarlas.
También, medio en broma y medio en serio, nos cocinábamos algunos “pesquitos” (madrillas). Para ello, hacíamos una pequeña hoguera, la rodeábamos con piedras, y, sobre ella, colocábamos una pequeña laja de piedra, muy fina, encima poníamos  los peces. Así, cuando dicho pez doblaba la cola hacia arriba, sabíamos que ya estaba listo para llevárnoslo a la boca.

Terminábamos la tarde repasando algunos cerezos de guindas o picotas, nísperos y avellanos que  se criaban de forma silvestre en el río, además de las ciruelas de la huerta Canete y de las peras del “buen cristiano” de los campos de la Buena Maison. 
 También cogíamos algunos pececillos vivos, que poníamos en el interior de unas latas de conserva roñosas  llenas de agua, para llevarlos   hasta nuestro acuario particular : la fuente de la Placeta del Pez.  Allí  veíamos nadar unas semanas más  a esos pececillos a los que cuidábamos echándoles migas de pan.
Fuente de la Placeta del Pez.


Hoy, cuando he  vuelto a pasar por el río después de tanto tiempo, y he visto ese desdichado “Muro de Adriano”, la  mirada se me ha  quedado clavada en el puente, en el Puente de la Lana ,  en  lo que representó en su momento, en cómo fue, en  cómo lo vieron mis antepasados , en cómo lo vi,  y,  por desgracia, en cómo lo veo ahora.  En aras del progreso perdió su  aspecto medieval y el perfil típico de “lomo de asno” ya  en las primeras décadas del siglo XX. 
 




Foto del Puente de La lana de finales de s.XIX, principios del XX, con el aspecto medieval y el perfil típico de "lomo de asno"(Ed. F.De las Heras,Jaca).

           Y otras obras posteriores ensancharon el tablero del puente (hacia el año 1998)  para hacer casi imposible ver lo único original que de él ha quedado:  la parte inferior de la pila central, el estribo izquierdo y el pequeño arco de la derecha, cubierto por la maleza. Triste destino para el puente que considero más antiguo de Jaca:

Lamentable estado actual del puente de La Lana.

            " En 1404, los jurados y prohombres de Jaca concedieron a los vecinos de Barós licencia de paso libre para sus ganados con la condición de que no obstruyeran el puente" ( mencionado por M. Alvar,en Documentos de Jaca, 1332-1502) y que sigue apareciendo en uso en el "Mapa de Aragón" realizado por Juan Bautista Labaña en 1610 como paso obligado para los habitantes que alcanzaban la ciudad de Jaca procedentes de los cercanos pueblos de Sabiñánigo Pueblo, Sasal, Jarlata, Navasa, Ulle, y Barós. 



                                                 Pilar original del puente 

      



                   
  Militar a caballo  de principios de siglo XX, sobre el río Gas , un poco más abajo, junto al puente Zaragoza, en la bajada del Portal de los Baños.

No se puede decir que los puentes sobre el río Gas hayan tenido buena suerte, y menos consideración, en atención a la utilidad que a los jacetanos han prestado durante siglos. Pues otro tanto podríamos decir del que se encuentra aproximadamente a un kilómetro aguas abajo del puente de la Lana, me estoy refiriendo al Puente de Zaragoza. 
Por él pasaba el antiguo camino que iba desde Zaragoza hasta Jaca y también aparece en el mapa que de Aragón realizado por Juan Bautista Labaña. Por allí accedían a la ciudad los habitantes de los lugares hoy despoblados y monasterios que estaban situados en la parte occidental de las faldas de la Peña Oroel: San Salvador de Siete Fuentes, Aín, Larbesa, y probablemente los de Esa, monasterio de San Julián de Esa y Guaso. Para el acceso a los campos que conservan todavía parte de la toponimia de los lugares anteriormente dichos y desaparecidos, se conoce la existencia de dos puentes más. El puente de Pereretas que quedó en estado ruinoso tras una gran riada, el 5 de agosto de 1880, y el de Guaso, que obtuvo de la Diputación Provincial 5000 reales de vellón para su reconstrucción en los años 1866 y 1867.

Acceso a Jaca por el antiguo puente de Zaragoza

De cualquiera de las maneras, del puente importante, de ese que se encontraba el caminante tras coronar el puerto de Oroel, y que tras pasar por las ventas de Betrán y Fontazones encaraba la cuesta dejando a la izquierda los antiguos Baños Reales, y a la derecha el mesón de de los Baños para entrar a la ciudad por el portal de del mismo nombre, también parece haber caído en desgracia.
De este viejo puente, nadie dice nada, nadie protesta, parece que también le ha tocado la "lotería", y en aras del "progreso" se le ha costeado un entierro de primera. Es algo a lo que nos tienen acostumbrados en Jaca. Nadie pregunta por la historia de ese puente,  a pocos les ha interesado conservar lo que con tanto esmero hicieron  y restauraron nuestros antepasados.
 
Puente de Zargoza sobre el río Gas  (2017) 

Da la sensación que aquí primero se dispara y luego se pregunta. Por este puente pasaron andando, pasaron a caballo, pasaron con tartanas, con carrozas y, en 1860, pasó la primera diligencia que los jacetanos vieron llegar procedente de Zaragoza, tirada por ocho o más cabalerías guiadas por un mayoral, un zagal y un delantero, ante la admiración de todo el vecindario; pues cuentan que, excepto los enfermos, todo el vecindario salió a recibirla a la puerta de los Baños y a la de San Francisco. Aunque, todo hay que decirlo, en uno de aquellos primeros viaje, una de las diligencias volcara al coger la curva del puente sobre el río  Gas. Hasta entonces el viejo puente se sentía útil y no necesitó ensanchar su tablero. Poco después, al terminar la nueva carretera por "Matafambres", la que hoy va por Oroel a Zaragoza, obligó a realizar aguas abajo un nuevo puente sobre el río Gas. Así, este nuevo puente, también llamado de "Zaragoza", sustituyó al de la imagen. Desde entonces, aunque abandonado y herido, el viejo puente, más mal que bien, resistió el paso de los años hasta la entrada del siglo XXI. Pero hoy lo han herido de muerte.  
  
Puente de Guaso sobre el río Gas finales del siglo XIX